Rvdo. Silvio Gil Restrepo

LECTURAS: 2 Rey.5,14-17; Ps.66,1-11;2 Tim.2,8-15; Lc.17,11-19.

 «Ser agradecido es una virtud».

La sagrada liturgia de este domingo nos inspira con bellas lecturas bíblicas que deben enseñarnos a ser agradecidos. Y así por ejemplo se nos cita en el libro de los Reyes la curación de Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, que, al obedecer al profeta, queda curado de la lepra, enfermedad terrible para la que en la antigüedad no había cura. Y él, en agradecimiento desea obsequiar al profeta, aunque éste no acepta nada. Por ello decide llevarse dos cargas de aquella tierra que considera sagrada para hacer un altar en honor al Dios del profeta que lo ha curado. Y en el evangelio de este domingo se nos narra la curación de diez leprosos por parte de Jesús, pero de los cuales solamente uno se vuelve a dar las gracias por su curación.

Y Jesús le pregunta: «¿y dónde están los otros nueve que también quedaron curados? ¿No hubo sino este extranjero -samaritano- que volviera a dar gracias a Dios? Y le dice, vete en paz. Tu fe te devolvió la salud».

 

Creo que hasta podemos decir que se alcanza a notar la tristeza de Jesús al ver la actitud de desagradecimiento de aquellos nueve que también fueron curados, y a quienes ni siquiera se les ocurrió devolverse para agradecer el milagro. Preguntémonos, ¿qué lección trata de darnos el evangelio de este domingo? Pues que los seres humanos solemos ser muy desagradecidos por todo lo que la vida misma nos depara. Y que la ingratitud es una de las actitudes que más suelen dolernos. Frecuentemente olvidamos todo lo que nuestros padres y mayores han hecho por nosotros, en situaciones que muchas veces seguramente han ido hasta el sacrificio. De modo hermanos, que nos quede del evangelio de hoy la enseñanza de que el agradecimiento también es una virtud humana y cristiana que debemos cultivar en nuestras relaciones humanas de familia, amor y de amistad. Y que aprendamos a ser agradecidos con todo lo que la vida nos ha dado, y tal vez a veces, mucho más de lo que otros han recibido, y que también lo habrían merecido. Ser agradecidos en lo humano, pero también como cristianos o como creyentes, ser agradecidos con la bondad y la misericordia de Dios que a través de nuestros padres y mayores nos ha dado la vida y mucho de lo que tenemos.

Y que también infundamos en nuestros niños y jóvenes ésta virtud del agradecimiento con los mayores, familiares y educadores que tanto hicieron por nosotros para que fuésemos alguien en la vida. Y como cristianos o creyentes, agradecer también a todos los que nos han ayudado en el camino de la fe en Dios, en Cristo, como el gran regalo que nos guía en ésta vida, y en el camino hacia la eterna. Que así sea. ¡Amén!