LECTURAS: Ex.3,1-15; Ps.105; Rom.12,9-21; Mt.16,21-28

La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas que deben ayudarnos a seguir cada vez más de cerca al divino maestro, Jesús. Y así, por ejemplo, san Pablo en su carta a los Romanos, nos invita a ser solidarios con los hermanos en la fe, y por ello nos dice: “alegraos con los que se alegran, llorad con los que lloraran”, esto es, que seamos solidarios con la situación de cada cual, o sea, que nos acompañemos mutuamente -como suele decirse-en las buenas y en las malas. Cómo nos conforta sabernos acompañados por familiares y amigos en esas situaciones.-Y el evangelio según san Mateo que leemos este domingo, en el capítulo 16, nos trae el episodio cuando Jesús reprende a Pedro porque, de muy buena fe, por parte de este, dice Jesús, que pretende apartarlo de su misión, cuando Pedro le insinúa que no vayan hacia Jerusalén, por lo que -sin entender nada al respecto- Jesús acaba de decir, que allí sería martirizado por los escribas del sanedrín, pidiendo su crucifixión y muerte. Ciertamente ni Pedro, ni ninguno de los discípulos tienen la menor idea del dolor que se les aproxima con el martirio de su Maestro en la cruz.

No obstante, Jesús acaba de darles tremenda sentencia: «Si alguien quiere venir conmigo, renuncie así mismo, tome su cruz, y sígame…». El seguimiento de Jesús no es fácil, pues a veces nos exige verdaderas renuncias a muchas cosas que de verdad amamos, seres queridos y situaciones personales que tocan nuestras almas. Mas, El mismo. por decirlo así, es el garante que sabe compensar el esfuerzo y sacrificio que a veces tengamos que hacer por seguirle. El mismo es el premio a la vocación de ser un cristiano a carta cabal. Frente a las dificultades que a veces tenemos en nuestras vidas, aprendamos a estar cada vez más cerca de Él, apoyados en la fortaleza de la Fe y de la oración, y en su palabra que nos dice: «Yo estaré con vosotros hasta el fin». Que así sea. ¡Amén!