Febrero 2 del 2020
Secretos
Siempre digo que no me cuenten algo si no quieren que se sepa, porque es contradictorio, si es un “secreto”, guárdalo, no me lo cuentes. Por eso el dicho de que “el dinero y los chismes son para contarlos” es tan cierto.
Y hay una frase que me parece correcta en casos como éste, me refiero a guardar secretos, la única forma de que tres personas puedan guardar un secreto, es que dos de ellas estén muertas, ni siquiera se puede confiar en el secreto del confesonario, ni en la reserva ética de los médicos, en algún momento, ya sea por poner un ejemplo, alguno de ellos hará público, aunque no diga nombres, lo que en tanta reserva dijiste.
Para convencer a un paciente, el médico puede decir: “Tuve un caso similar al suyo y bla, bla, bla.”, ya violó esa reserva. E incluso los ministros religiosos alguna vez se les ha ido la lengua al decir: “Cuantas veces en confesión mucha gente me dice bla, bla, bla”. Y lo digo porque lo he oído directamente y me he sentido bastante mal al respecto.
Dicen que secreto es la práctica de compartir información sin que una tercera, cuarta o quinta persona esté en el grupo. Entonces, un secreto compartido, ya no es secreto. Dicen que William Penn, escribió: “Es sabio no hablar de un secreto; y honesto no mencionarlo siquiera”.
Basta repensar en nuestra propia vida y preguntarnos: ¿quién no ha guardado un secreto en su vida personal? Hay siempre algo que no hemos querido contar nunca. Ese evento personal que nos corroe el alma y que si pudiéramos dar un paso atrás lo cambiaríamos pero que no se lo decimos a nadie por la vergüenza que nos causa.
Según la ciencia, esa carga física y emocional es como llevar una maleta o una mochila al hombro, es algo que no queremos se sepa porque puede suponer un juicio negativo hacia nosotros. Liberarnos de ese secreto, la sensación no siempre es positiva.
Se cree que regularmente los secretos que no contamos es porque están mal vistos a los ojos de los demás.
Yo no creo que contar ese o esos secretos de los que nunca hemos hablado, nos libere, y, sobre todo, ¿a quién contarlo(s)?
Algo del pasado que nos atormenta pero que no tiene remedio porque ya pasó, lo mejor es hacer un análisis y perdonarnos ese desliz, eso que ocurrió, ese daño que causé, etc. y dejarlo, allá, en el pasado, porque ya no tiene solución. ¡Ah! Pero si es algo que puedes solucionar, obvio que debes sacarlo a la luz, pero regularmente esos secretos ocurrieron alguna vez en tu vida y prefieres dejarlos en ese baúl, cerrados y con llave.
Yo recuerdo a una vecina en el pueblo donde vivíamos, que le encantaba conversar con mi madre, hace muchos años, y acostumbraba hacer una relación de todos los miembros del lugar y los tenía catalogados con nombres, de acuerdo al conocimiento que ella tenía de su vida personal, así a una niña que era muy calladita la llamaba “mosquita muerta” y ahí empezaba a contar cosas de ella; a otra que siempre estaba de luto y que desconocíamos el por qué, la llamaba “la viuda alegre” y otra historia agregaba; un odontólogo viejecito que trastabillaba después de unos tragos, lo reconocía como “el tumba muelas”; eso era todo un desfile de comentarios sobre la vida privada o no de los vecinos. Lo curioso es que uno se quedaba con el apodo e incluso olvidaba la historia. Pero ella siempre terminaba diciendo: “Cuidado, no cuentes porque eso es secreto.” Y cada vez que a ella le comentaban algo reservado, tenía esta frase preparada: “Soy una tumba.”
Una tumba, pero con parlantes creo yo.
Así que les dejo la inquietud si quieren publicar sus secretos.
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