Hay bastante ruido con las reformas de salud y pensiones, y para las personas como yo, que no entendemos el enredo que hacen y deshacen, simplemente nos toca esperar y confiar en Dios que no empeoren las primeras y que no acaben con las segundas.

Me preocupa los cambios en la salud, porque mal que bien, hasta el momento, en mi caso, ha funcionado, no es perfecta, pero ahí va. Me gustaría eso sí, que cambiara la actitud de los médicos hacia sus pacientes y les comento por qué.

Más o menos en noviembre solicité una cita con médico especialista, me atendió una dama bastante seria y quien desde que llegué se concentró en su pantalla de computador, me preguntó lo básico y me ordenó un procedimiento. La verdad, a pesar de su sequedad hizo lo que tenía que hacer. Posteriormente, debí volver con el resultado del examen y su saludo mejoró notablemente, incluso a mi acompañante y a mí, nos llamó “mis amores”, el caso es que en esta oportunidad debía ordenar otra intervención, para lo cual le pregunté si podía ser en la misma clínica que me habían atendido antes y me respondió alegremente: “por supuesto”. Me pasó la orden pero lo que en realidad debió decir fue: “por supuesto que no”, porque me remitió a otra entidad.

Por equis o ye razones, después de solicitar telefónicamente la cita, me pareció que debían seguir atendiéndome en la primera clínica, así que me dijeron en la eps que volviera donde mi médica y le solicitara hacer el cambio. Vaya, lo que me han dicho, fue como pedir lo imposible, no hubo forma y me envió a unas oficinas para que yo misma hiciera el trámite, el cual fue bastante engorroso, aunque al final se logró el resultado buscado.

Después de unos meses, tuve que volver a buscar el servicio médico y el cambio fue tremendo. El médico especialista, fue claro, servicial, y ordenó de inmediato lo que se necesitaba. Incluso marcó las pautas para que fuera atendida, ya que en mi caso debía ir a urgencias, indicándome que cualquier problema regresara y lo buscara, que él se encargaría, pues estaría disponible hasta las 7 de la noche.

En urgencias el trámite, valga decirlo, es dispendioso, hay mucha gente esperando ser atendida y por supuesto los funcionarios tratan de liberar espacio de acuerdo a nuestras dolencias. Con todo y la demora, salí ilesa del lugar y en condiciones de salud mejoradas.

En mi bolsillo una orden con especialista que fue autorizada sin demora. Siempre me ha parecido curiosa la forma en que se llega al médico, ya que hay que pasar por un registro que luego me dirige al consultorio correspondiente.

Y ahora, vamos a lo que me preocupa. Yo llegué muy temprano porque me gusta ser cumplida, pero me quedé sorprendida que siendo mi cita a las dos de la tarde, estando sentada en la pequeña sala de espera, llegaron, por lo menos cinco personas más para consulta en el mismo horario. Simplemente les tomaban el nombre y les pedían esperar afuera. El médico atendía en forma milimétrica, cada quince minutos. Fue extraordinario, de verdad.

Cuando ingresé al consultorio, me di cuenta de la habilidad profesional del médico, aunque su velocidad al hacer sus preguntas de rigor, no me permitían alcanzarlo. Sin embargo, como todo, creo que el diagnóstico aparentemente fue acertado. Le faltó una sonrisa para calmar la ansiedad del paciente.

Si la reforma a la salud llega a su culminación, las consultas serán todavía con mayor velocidad y como consecuencia el ánimo de los médicos y la presión para atender los convertirá en seres todavía más cerrados en sí mismos y su tiempo más limitado.

Esperemos que no.