Octubre 6 del 2019
Lenta o despistada
Escucho a algunas madres hablando de la ingratitud de sus hijos, con manifestaciones tales como: “Yo que me saco el pan de la boca por ellos.” Como expresión vaya y venga, pero no puedo negar que me da algo de asquito.
Son muchos los proverbios que existen en Colombia y la mayoría divertidos. Como estos:
Yo le puedo dar de comer, pero hambre no le puedo dar.
Todo lo del pobre es robado.
Siempre habrá un cojo cuando hay que correr.
No me abra los ojos que no le voy a echar gotas.
Más perdido que Adán el día de la madre
Un día una Juez de la República me dijo que la habían trasladado de jurisdicción y que estaba: “más aburrida que un caballo en un balcón”.
Y es que hay personas con una agilidad mental extraordinaria, no se detienen a pensar y les salen las palabras de una manera que las envidio, yo me demoro en asimilar lo que me dicen y debo tomarme un tiempo para analizar el verdadero significado de ello. Por ello me demoro un poquito más en percibir las ofensas.}
Hace poco me di cuenta que, en toda mi vida, gracias a ese defecto me evité muchos disgustos, ya que apenas ahora me doy cuenta de que en el pasado me trataron de herir con palabras, pero sólo hoy sé cuál era la intención.
Pero también me he dado cuenta que ahora con mis tantos años encima, digo cosas que antes no me hubiera atrevido a decir.
Recuerdo, siendo funcionaria y después de haber disfrutado de un año sabático, volví a mi trabajo y hubo una reunión porque venían personajes importantes desde Bogotá, en ella se decidió nombrar a un empleado para que mecanografiara las reuniones, supuestamente ese era un gran honor, no lo dudo, pero yo no tenía ningún interés en ese halago, así que ni siquiera me inmuté o traté de hablar para que me tuvieran en cuenta.
Sin embargo, mi jefe de ese entonces, me dijo que por alguna razón no me habían escogido y eso era algo así como una forma de “castigarme”, no sé el por qué. A mí no me afectó en lo más mínimo, sobre todo, que sabía no solo la responsabilidad que el “premio” implicaba, sino que se convertía uno en algo así como un esclavo de todas las ocurrencias de dichos funcionarios, no solo era el mecanógrafo, sino una especie de sirviente que debía correr de un lado a otro colaborándoles. Así que mientras la persona “premiada” laboraba en horario extendido yo disfrutaba en mi casa con mi familia. Siempre agradecí ese “castigo”.
Algunas veces personas han venido a expresarme sus disculpas por algo que hicieron en mi contra, y yo me quedaba sorprendida, porque ni siquiera me había dado cuenta. Y no es que sea volada, disipada, ni despistada, simplemente esa ofensa nunca me llegó.
Tal vez para evitar tanta violencia en el mundo debamos ser un poco despistados y no tomar tan en serio las ofensas, aunque algunas personas se ofenden aún más cuando uno no responde a ellas.
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