LECTURAS: Gen.12,1-14; Ps.32;2 Tim.1,8-10; Mt.17,1-9

La sagrada liturgia de este segundo domingo de cuaresma nos trae bellas lecturas bíblicas con referencia al tema de la Transfiguración de Jesucristo, narrado en el evangelio de san Mateo.

No obstante, antes se hace referencia a la vocación de Abraham, como el gran padre del pueblo hebreo: “Haré de tí una gran nación, y por tu medio llegará mi bendición a todos los pueblos de la tierra”. (1a. lectura). Y en la segunda, san Pablo hace referencia a la misericordia de Dios que nos salva disponiendo que su hijo “Jesús fuese nuestro Salvador destruyendo el poder de la muerte eterna, y haciendo brillar la vida y la inmortalidad por medio de su Evangelio” (2a. lectura). Y trayéndonos este domingo el hermoso pasaje de la transfiguración de Cristo ante sus discípulos, como un anticipo de su gloria y majestad, que seguramente luego les ayudaría a entender mejor el misterio de su pasión y muerte de cruz, como antelación a su glorificación ya resucitado.

Y, así pues, ¿qué enseñanza debe dejarnos la liturgia de este domingo? Pues pienso que como Cristianos o llamados a la fe en Cristo, del mismo modo que llevó a sus discípulos predilectos a que le acompañasen en aquel momento de su glorificación, para que el recuerdo de ese acontecimiento les diese valor para sobrellevar y luego superar el recuerdo de su pasión y muerte de cruz, que también nosotros como cristianos, y siguiendo su ejemplo, podamos igualmente sobreponernos a las dificultades y pruebas de esta vida, para luego, según su misericordia compartir con El, la gloria de su transfiguración, o mejor, ser transfigurados por El, y en El. ¡Amén!