LECTURAS: 1Tes.5,1-11; Ps.90,1-12; Mt.25,14-30

La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas bíblicas que deben ayudarnos a seguir madurando nuestra Fe en Jesucristo, que es la razón de nuestra Fe. Y por ello encontramos que el evangelio de hoy nos narra la llamada parábola de los talentos. Y nos describe a un amo que se va de viaje, y por ello deja a sus tres empleados encargados de sus bienes: a uno da 500 monedas de plata, al otro, 200, y al último, le deja cien.

Los dos primeros hicieron buenos negocios, y por ello doblaron el capital. Pero el tercero, tuvo miedo de negociar, porque de pronto perdía el dinero, y por eso se fue al campo, y lo enterró. Al volver el amo, los llamó a cuentas, y los dos primeros le entregaron el doble de lo que habían recibido. Pero el tercero se disculpó diciendo al amo que tuvo miedo de perderlo, y por eso más bien lo enterró. El amo elogia a los dos primeros, y premia su buen comportamiento. Pero al tercero lo reprende duramente y lo castiga por su incompetencia.

Mas ¿qué enseñanza desea darnos Jesús? Pues digamos que Dios también a todos nos ha dado talentos, valores o cualidades que debemos hacer fructificar para bien propio y de los demás. Y precisamente faltaríamos a nuestro deber si por pereza o algunas otras fallas humanas no realizamos esos valores o cualidades que deben ser puestos al servicio de los otros. Podríamos decir que este es el tema de la vocación, o sea, por ejemplo, ver, qué cualidades o valores observamos que tenemos, y entonces -por decirlo así- irlos puliendo o mejorando con la praxis del estudio o del trabajo mismo. Y en ello, o para ello, nuestros familiares, maestros y amistades pueden ayudarnos a seguirlos descubriendo. Y nosotros mismos seguir perfeccionando en la medida de nuestras posibilidades, todos esos valores y cualidades que Dios nos ha dado, para nuestro propio bien, y para el servicio de las comunidades a las que pertenecemos, familia, patria, Iglesia, etc. Y así estaremos, además, trabajando por el reino de Dios, y gloria de Cristo. Que así sea. ¡Amén!