Les voy a contar una pequeña historia que tal vez consideren romántica y tristona, pero que les aseguro es de la vida real.
Tengo una perrita West Highland White Terrier, desde hace un año, siete meses. Vino a llenar el vacío que nuestras anteriores perritas de la misma raza dejaron. Esta raza tiene una condición especial entre sus muchas cualidades, y es que le gusta la cacería, persigue cualquier cosa que se mueve, sin preocuparse si es una mota de algodón, una abeja o un chinche. Ya ha sufrido varias experiencias, precisamente por esto.
Ayer, mientras yo trabajaba dándole la espalda, saltó de su cómodo sillón y dando un ladrido llegó al patio trasero. Como esto es común en ella no me inmuté, hasta que un aleteo me llamó la atención y al mirar vi que sostenía en su mandíbula una torcaza. Apenas vio mi reacción la soltó, pero ya le había arrancado parte de sus plumitas. La valiente ave, voló un tramo y con ayuda de mi hijo, logramos rescatarla con vida, pero sin saber qué daño interior habría tenido por la fuerza de la quijada de nuestra Westy.
Hicimos lo que humanamente nos permitió su rescate, pero sabiendo que el daño había sido grave, aunque no había sangre externa la actitud del animalito no nos daba mucha esperanza.
La colocamos con agua, un poco de alpiste, en una jaulita, con la esperanza de su recuperación, pero se movió con unos espasmos y falleció.
Con todo respeto y ya segura de que había muerto, busqué una bolsita que pudiera sellarse, la envolví en una servilleta y la coloqué en un estante.
Tengo en mi patio trasero una poceta para los pájaros, ya que aquí se acercan una buena cantidad a recibir su porción de alpiste, gusanitos y agua. La mayoría son torcazas, pero también hay canarios y uno que otro azulejo que llega a visitar la que aquí tenemos.
La poceta es el lugar favorito de algunas de estas aves y últimamente había visto una pareja de torcazas, que jugaba sobre las piedras que hay en la poceta y curiosamente apareció solo una de ellas, llegó a la poceta y se posó en una orilla sin apenas moverse, estuvo así alrededor de media hora, no jugó en las piedras ni se metió a la poceta, solo miraba fijo sin hacer ningún movimiento.
No sé si esperaba que su compañero(a) apareciera, o simplemente sabía que algo le había ocurrido en este patio y le rindió su propio homenaje. Al término de la media hora, sin hacer uso de la poceta, se marchó.

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