
Rvdo. Silvio Gil Restrepo
LECTURAS: Is.2,1-5; Ps.122; Rom.13,11-14; Mt.24,26-44
«Esperar y acoger al Cristo que llega”.
Este es el primer domingo de Adviento, lo cual significa en la liturgia cristiana-católica, tiempo de preparación espiritual para conmemorar una vez más la Natividad o Navidad, o el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, tal como lo narra el Evangelio, en Belén de Judá. Y podemos preguntarnos, y ¿cómo prepararnos? Pues la Iglesia como madre y maestra nos enseña que la mejor preparación para tan magno acontecimiento, es ante todo de tipo espiritual, con oración, sacrificios y limosnas. Oración, como la asistencia a los oficios sagrados, por ejemplo, a la santa misa, que es la rememoración de la Eucaristía o cena del Señor.

La asistencia a la novena de la Navidad, de grata recordación especialmente para los niños. Sacrificios y limosnas, puede significarnos ayudar a personas en estado de pobreza y precariedad, en la medida de nuestras posibilidades, por ejemplo, dar alegría con el aguinaldo para niños pobres de nuestras parroquias, etc.
Pero también y de manera especial, que la Navidad sea un tiempo más de recogimiento y meditación espiritual sobre lo que celebramos, nada menos que tomar conciencia de lo que realmente como Cristianos debe significarnos lo que es la Navidad, o sea, la fiesta del Emmanuel, que significa: Dios con nosotros, esto es, que la mismísima divinidad del Dios-Padre ha querido -por decirlo así- dejar su lejanía y acercarse de la manera más sublime pero igualmente humilde, a su creación, pero especialmente al ser humano, al cual viene a rescatar de su miseria y de su pecado, por medio de su enviado e Hijo, Jesucristo, que nos salva por medio de la fe en El, como dice el bello canto de los ángeles de la navidad: «Gloria a Dios en el Cielo, y paz a los hombres y mujeres de buena voluntad». Roguémosle pues que sepamos aprovechar ante todo espiritualmente ésta hora de Dios que nos llega con su enviado Jesucristo. Que así sea. ¡Amén!
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