Estuve mirando en Instagram que el actor Abello, recibió un nuevo miembro canino en su hogar. Hace poco había despedido a su perrito de muchos años y realmente lo extraña.
Pero mi comentario no viene a este evento que alegró a su familia, sino a lo que leí de algunos chatistas, que como siempre pueden ser tan generosos como agresivos y groseros. Mientras algunos se alegraban de la llegada de este perrito a un hogar en donde, al parecer, tratan y brindan un buen hogar a los animalitos, otros, afortunadamente, no muchos, criticaban que no fuera un callejerito recogido. Pero, lo que realmente me irrita es leer comentarios como el de una persona, dijo y transcribo:
“Pues a MI NO ME PUEDEN GUSTAR LOS BENDITOS PERRUNOS RESPETO MUCHO LOS SIMPATIZANTES DE ESTOS ANIMALES PERO YO NO ENTIENDO LA GENTE QUE LE DA MÁS PRELACIÓN A UN PERRO O GATO QUE A UN HABITANTE DE CALLE”
Esto lo escribió una mujer y me pareció ofensivo, yo le preguntaría a ella: ¿A cuántos habitantes de calle ha “adoptado” y ayudado? Muy seguramente la respuesta es negativa. Sin embargo, se atreve a intervenir en un chat que muestra la alegría de una familia al tener un miembro canino en su vida.
Sería maravilloso que todos los que queremos los animalitos, adoptáramos en vez de comprar, así no se fomentaría el negocio y tráfico de ellos, pero el mundo es inmenso y no podemos controlarlo.
He tenido perros adquiridos de criaderos de mascotas, sí, pero también he adoptado perritos abandonados en las calles. He ayudado a indigentes, sí, y adivinen quiénes han estado más agradecidos de todos. Obvio, los caninos, ya que los indigentes, regularmente son mucho más exigentes con la ayuda y cada vez piden más y no hacen ningún esfuerzo por mejorar, al menos es la experiencia que he tenido.
Una perrita que adopté, Martina, la abandonaron en la calle cuando solo tenía 3 meses. La tuve por alrededor de 12 años. Muy noble. Por instinto cuando me levantaba de la cama, ella metía su cabeza bajo mis piernas y me ayudaba a levantar, lo mismo al subir las gradas de la casa, se colocaba de tal forma que yo tenía que apoyarme en ella. Y aclaro no tengo ninguna discapacidad. Era su instinto para protegerme.
A propósito de agradecimiento, alguna vez escuché un chiste referido al tema, que decía: “Si yo meto en la cajuela de mi carro a mi mujer y a mi perro y los dejo media hora allí. Cuando abro la cajuela ¿cuál de los dos estará contento de verme?”
Recuerdo que mi madre empezó a ayudar a un joven que pasaba con una carretilla, le guardábamos alimento, se le daba mercado, ropa, en fin. Una vez, una sola vez, mi madre le entregó dinero para que le comprara unos limones a una cuadra de la casa. Ya se pueden imaginar el resultado, se fue con el dinero y compró droga. A los días volvió a pedirle dinero y comida a mi madre. Se le dio alimento, pero ya le pedimos que no volviera y se dirigiera al dispensario que un sacerdote español atendía a una cuadra de nuestra casa, en donde daban alimento y ropa gratis a los indigentes.
A mí, personalmente me ocurrió. Recibir insultos cuando les ofrecía trabajo limpiando el antejardín a cambio de dinero y alimento. Y algunos, si no les daba una suma superior a cinco mil pesos, me arrojaban el dinero al rostro. Es cierto que no todos los indigentes se comportan de igual forma, pero la mayoría tienen reacciones muy desagradables.
Los indigentes pueden hablar, expresarse. Los perritos y los gatitos no.
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