
LECTURAS: Gen.22,1-14; Ps.89,1-18; Ro.6,12–23, Mt.10,40-42

Las lecturas bíblicas de este domingo nos dan bellas enseñanzas de que la solidaridad, la ayuda mutua y la caridad, deben ser -por decirlo así- el motor del comportamiento humano y cristiano. Pues nos da a entender claramente que incluso un comportamiento por muy religioso que parezca, lleno de normas y rituales así sean muy bonitos, de nada sirven, si no somos capaces de dar el salto a una verdadera fraternidad humana, y por humana, también cristiana.

Pues esa es la verdadera esencia del ideal cristiano propuesto por Jesucristo, que no es una colección de tradiciones y rituales, sino la praxis del mensaje central de su Evangelio, poniéndose El mismo como modelo a seguir por sus discípulos: «Ámense como Yo los he amado”, y de lo cual dio muestras durante toda su vida, acogiendo a todos: humildes, pobres, pecadores, y exigiendo a los poderosos que si no cambiaban su actitud de egoísmo y avaricia, y no aprendían a ayudar a los más necesitados, serían los ricos que encontrarían cerradas las puertas del Cielo para ellos.
Pues dice en su evangelio que es la praxis de las obras de amor o caridad las que allí conducen: «quien dé de beber tan solo un vaso de agua, a uno de mis pequeños -los pobres- os aseguro que tendrá su recompensa» (Mt.10,42). De modo pues hermanos en la fe de Cristo, que no es suficiente cumplir con rituales religiosos si estos no van acompañados de verdaderos ejercicios de la caridad cristiana, que nos deben llevar a ayudar a los más débiles en la medida de las posibilidades de cada cual. E igualmente cada cual sabe en qué medida o de qué modo puede ayudar y ser un bálsamo de amor y caridad para quien lo necesita. Y que Jesucristo nos ayude a ser ese bálsamo de amor y misericordia. Que así sea. ¡Amén!
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