
Rvdo. Silvio Gil Restrepo
LECTURAS: Deut.30,10-14; Ps.82;Col.1,1-14;Lc.10,25-37
El buen samaritano.
La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas bíblicas que deben ayudarnos no solamente a entender a profundidad el mensaje de Jesús en su evangelio, sino, ante todo, a que aprendamos a vivirlo.

Así, por ejemplo, el evangelio de san Lucas nos narra hoy la parábola de aquel hombre que yendo por su camino es asaltado por ladrones, que le roban todo, y lo hieren dejándolo medio muerto. Mas pasan por allí, un levita y un sacerdote judíos, y aunque se enteran de la situación siguen su camino sin importarles mayor cosa. Posiblemente muy apurados para no llegar tarde al templo.
O sea que para ellos fue más importante el ritual, que tratar de socorrer a aquel pobre hombre necesitado de ayuda y en peligro de muerte. Pero pasa luego un samaritano -estos no se entendían muy bien con los judíos-y sin embargo, este es el que tiene la grandeza de moverse a compasión con aquel pobre hombre malherido, y hace todo lo que está a su alcance para ayudarlo. ¿Qué hace? cfr., releer el relato. Pues bien. ¿Cuál es la enseñanza de Jesús con esta parábola? (lograr algunas intervenciones). Pues sí. La enseñanza de Jesús es como siempre, poner el ejercicio o la praxis de la caridad o del amor a Dios demostrándolo en el amor y la ayuda al hermano que sufre, al hermano que necesita nuestra ayuda. O como bien lo dice también el apóstol Juan en su carta: ¿cómo podemos decir que amamos a Dios, a quien no vemos, si no amamos al hermano a quién sí vemos, y muchas veces necesita de nuestra ayuda? Ayuda que debemos dar en la medida de nuestras posibilidades, pues a nadie se le debe pedir más de lo que puede dar o aportar. Aunque éste sí sería el colmo en el buen sentido de la praxis del amor o de la caridad cristiana. De modo pues hermanos en la fe, que debemos rogar a Jesucristo nuestro Señor, quien es el príncipe de la caridad universal, que nos ayude a ser mejores personas y por ende mejores cristianos, y seamos capaces de imitar a aquel buen samaritano que despojándose de sus comodidades ayudó al pobre hombre en peligro de muerte, víctima de la maldad humana. Maldad humana que persiste también en nuestro tiempo. ¡Amén!

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