
Pastor Diego Arbeláez
En una familia atea el niño menor le dice a su papá: “¿Y Dios sí sabe que nosotros no creemos en él?”
“SOY ATEO, GRACIAS A DIOS”
En esta ocasión deseo opinar sobre el ateísmo.
Quien pretende negar a Dios ha ido más allá de los demonios pues éstos sí creen en Dios ¡y con qué reverencia! Santiago dice: “Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan”. (Santiago 2:19).

Una buena parábola sobre la existencia de Dios es el dialogo imaginario entre dos bebes en el vientre de su madre:

El primero le preguntó al otro: “¿Crees en la vida después del parto?”
El otro le respondió: “¿Por qué me lo preguntas? ¡Por supuesto! Tiene que haber algo después de nacer. Es obvio que estamos aquí preparándonos para ser lo que seremos después ya que tenemos órganos que están hechos para algo más grande que simplemente estar aquí flotando en esta bolsa de agua”.
El primero contestó: “¡Tonterías! No hay vida después del nacimiento. ¿Qué te hace pensar eso?”
El segundo insistió: “Si tenemos ojos, piernas y boca es porque hay un mundo exterior que tiene más luz que la que tenemos aquí y así podremos ver, y será un lugar donde podremos caminar con nuestras piernas, y comer con nuestra boca. Ponle sentido común: ¿por qué tendríamos piernas si no tuviéramos que caminar nunca, o por qué tendríamos ojos si nunca fuéramos a mirar la luz? Y tal vez habrá muchas cosas para disfrutar que por ahora no podemos comprender.
El primero respondió: “¡Es absurdo! Tú sólo estás creando una ilusión encantadora y esperanzadora de que las cosas van a mejorar. Pero no, esta oscuridad es todo lo que hay. ¿Quién necesita caminar? ¿Y comer con la boca? ¡Es ridículo! El cordón umbilical nos suministra todo lo que necesitamos. Además este es tan corto que la vida es imposible si saliéramos de aquí”.
El segundo dijo: “Bueno, yo sí creo que hay algo más allá de esta bolsa. Una especie de anhelo está en mi corazón de poder ver, caminar libremente, comer y disfrutar de muchas cosas. ¿De dónde crees que sale este anhelo de querer usar todos nuestros miembros si no estuviéramos hechos para algo más? De hecho creo, que llegará el día en que no necesitaremos este cordón umbilical nunca más”.
El primero repuso: “¡Bobadas! Si hubiera vida allá afuera, entonces ¿por qué nadie ha regresado de allí? Cuando uno nace la vida llega a su final, no hay nada más que oscuridad, silencio y olvido. Nacer no nos llevará a ninguna parte”.
El segundo insistió: “No. Seguramente nos encontraremos con nuestra madre y ella nos cuidará”.
El primero repuso: “¿Madre? ¿Tú realmente crees que tenemos una madre? Si existiera una madre entonces, ¿dónde está ahora?”
El segundo dijo: “Ella es todo lo que nos rodea. De hecho, somos de ella y es dentro de ella donde ahora vivimos. Sin ella, el mundo en el que estamos ahora no existiría”.
A lo que dijo el primero: “Bueno, yo no la veo, por ello es lógico que no exista”.
Y el segundo concluyó: “A veces, cuando estoy en silencio y me concentro realmente la llego a escuchar, puedo percibir su presencia, y escucho su voz cariñosa, llamándome desde arriba”.
Dios es el ser más popular de todos los seres. El pobre le llama, el moribundo le invoca, el malvado le teme y el cristiano lo bendice. No hay un lugar, no hay un momento, no hay ocasión, no hay sentimiento en el que Dios no aparezca y no sea nombrado. Como dice el apóstol Pablo: “En él vivimos, nos movemos y existimos”. (Hechos 17:28)
Y es evidente que continuaremos la vida después de la muerte porque la Biblia dice que Dios puso el anhelo de vivir para siempre en nuestros corazones: “Todo lo hizo hermoso en su tiempo, y ha puesto eternidad en el corazón del hombre…”. (Eclesiastés 3:11)
Las personas piensan que Dios está muerto no porque Él no exista, sino porque viven, juegan, procrean, gobiernan y mueren como si Él no existiera.
Creo que los que reniegan de Dios es por desesperación de no encontrarlo. Por ahí leí de cierto ateo que cuando leía, veía u oía contar alguna acción muy infame o criminal, exclamaba: “¡Oh! ¡Cómo quisiera, aunque me costase caro, que hubiera Dios!”
“Le preguntaron a un ateo: ¿Cree usted en Dios? Y él contestó: Si creo o no creo en Dios, sólo Dios lo sabe”.
Eso es algo que siempre me ha intrigado: ¿Por qué los ateos viven tan preocupados por Dios? Uno no se pone a debatir algo que no existe. Si no creen en Dios ¿por qué hablan o saben tanto de él? ¿Cómo puede entenderse que ellos expresen su rabia contra Dios, aunque en su opinión Él no existe?
Alguien dijo: “Me aburren los ateos, siempre están hablando de Dios”. ¿Había pensado en eso? Nadie habla tan constantemente sobre Dios como aquellos que insisten en que Dios no existe.
Comentarios recientes