Si se preguntan que significan estas siglas, les aclaro, no lo son, es como llamaba a mi madre, Ros, cortico para Rosmira, según su partida de bautismo su nombre de pila era María Rosmira, ya que en su época a todas las niñas que nacieron les agregaron el título de María.

Mi madre fue una mujer pequeña de estatura, pero de gran carácter, siempre me sorprendió su coraje en la vida, la forma como enfrentó los problemas y sacó adelante a su familia.

Nació en el municipio de Mistrató, municipio que fue fundado en el año 1925, sin embargo, mi madre nació en 1920, pero nunca lo recordó ya que desde muy niña vivió en Tatamá actual Santuario (Risaralda) y para ella fue este el pueblo donde creció, pasó su infancia, adolescencia, conoció a mi padre, e incluso tuvo a sus tres hijos.

Desde Santuario acompañó a su esposo hasta radicarse en esta ciudad de Cali, trabajando todo el tiempo y sorprendiéndolo con su habilidad en el manejo económico del hogar, gracias a ella adquirieron la primera casa, con la venta de unas reces consiguió la casa donde yo nací. Posteriormente consiguió las siguientes casas en donde vivimos ya que siempre se preocupó por tener vivienda, los vehículos, dejaba que mi padre fuera el que se encargara de ellos.

Su ejemplo no fue otro que el de una mujer trabajadora, en su profesión de odontóloga, la dedicó más a los niños, pero quiero hablar en realidad es de su personalidad, alegre, cuando cantaba era como escuchar a Libertad Lamarque, lo hacía con frecuencia, tenía una risa sonora, y era generosa, ayudaba a las hermanas vicentinas en su labor de recorrer las calles en Puerto Tejada (Cauca) ayudando a los más necesitados. 

Una vez la llamaron porque una mujer tullida tenía una pieza dental inflamada, mi madre la atendió y siguió yendo toda la semana para cuidar su estado y siguió llevándole mercados y atendiéndola hasta su fallecimiento. Por su fama de generosa, algunas familias trataron de entregarle sus hijos en adopción, si hubiera aceptado habríamos tenido más de 5 miembros más en la familia. Tenía una enorme capacidad de aprendizaje, sabía modistería, hacía bordados, tejía crochet y con dos agujas, se inscribía en cuanto curso existía que le pudiera ayudar a economizar en el hogar y aumentar los recursos.

Había una situación muy divertida, cuando mi padre decía: “Todo tiene solución en la vida.” Al fondo se escuchaba la voz de mi madre diciendo: “Sólo la muerte no tiene solución.” Esa era una constante.

Su sentido del humor era un desastre, jamás entendió los comics, siempre preguntaba cuál era la gracia, sin embargo, se avergonzaba porque si alguien resbalaba y caía, no podía contener la risa.

Creo que todos los seres humanos tenemos un montón de cualidades que no reconocemos en su momento y es después cuando miramos atrás nos damos cuenta que evidentemente, estos seres humanos nos aportaron unas enseñanzas que no supimos ver.

Así que con mi madre aprendí todas estas cosas que no necesito enumerarlas porque las pueden ver reflejadas en su personalidad.