Pastor Diego Arbeláez

“Hay que comer y beber con tal moderación que nuestras fuerzas se restauren, no se recarguen.”

  “EL VINO, POCO, PURO, Y A MENUDO”

 Una de las normas que considero de mayor utilidad en la vida es la que dice: “Nunca exceso en nada.” Los sabios reducen toda la sabiduría a la moderación en todo. La moderación es el tesoro del prudente.

 El humanista y filósofo Andrés Bello, decía: “Los que no moderan pasiones son arrastrados a lamentables precipicios.”

 Su seguridad personal y la de su familia se obtienen aprendiendo a usar el autodominio, evitando los excesos de este mundo y siendo moderados en todas las cosas.

 Un médico recetó un jarabe a un enfermo que había de ser injerido de a una cucharada cada 12 horas. Después de la primera dosis, el paciente se sentía tan bien que decidió tomarse el resto del frasco a la vez. Pensaba que si una pequeña cantidad le había ayudado, entonces más cantidad sería mucho mejor. Los resultados fueron desastrosos. Después los médicos tuvieron que luchar por deshacer algo que antes era provechoso.

  No son buenos los extremos aunque sea en la virtud. Por falta de moderación aún las cosas buenas se tornan nocivas. Aun la religiosidad, cuando se da en exceso, se convierte en locura fanática.

 El exceso de tristeza es malo, como también el exceso de alegría. Por eso dice el proverbio chino: “Cuando te inunde una enorme alegría, no prometas nada a nadie. Cuando te domine un gran enojo, no contestes ninguna carta.”

 De manera que hasta las dichas han de sentirse con moderación. Aun el azúcar puede echar a perder un buen manjar.

 La moderación en el beber y el comer se recompensa con vigor mental y moral, y también ayuda a refrenar las pasiones.

El cantante Juan Gabriel murió el domingo 28 de agosto de 2016 de un infarto a las 11:30 de la mañana, Un día después de su presentación en Santa Mónica, California en la que el llamado divo de Juárez apareció vestido con un traje azul, un poco fatigado y según afirmaron algunos de los asistentes, con dificultades para mantenerse en pie, debido a que tuvo que sostenerse de varias cosas mientras cantaba.

 Los problemas que presentó Juan Gabriel en su último concierto, donde con trabajo pudo bajar del escenario levantaron suspicacias sobre su estado de salud.

 Últimamente se le veía muy subido de peso, dicen que tenía diabetes y él mismo confesaba que cometía graves pecados contra la salud pues no tenía la fuerza del espíritu, el dominio propio, el cual es la salud del cuerpo.

Se comentaba después de su muerte que si él hubiera suspendido su último concierto en que se le veía tan fatigado y se hubiera ido a una clínica a lo mejor le hubieran podido prolongar la vida. Pero es que ni siquiera después del concierto visitó al médico.

En ese concierto, a Juan Gabriel se le veía tan mal, que incluso no pudo bajar del escenario por sí mismo, por lo que su equipo se apresuró a ayudarle. Debido a eso se sospechó que ya presentaba síntomas del infarto que lo llevó a la muerte.

“Sufría de hipertensión, diabetes y tenía alto el colesterol,” dijo Joaquín Muñoz, amigo cercano del cantante quien fuera su mánager durante 4 años. “No se atendía, no hacía caso, -agregó- le gustaba tomar mucha bebida azucarada, yo le decía: No tomes tanta gaseosa, porque eso te sube el azúcar,” y él contestaba: “De algo se va a morir uno,” comentó el señor Joaquín.

 Según declaraciones de este amigo, a Juan Gabriel le gustaba mucho los asados, el menudo, las carnitas y cuanta cosa grasosa aparecía. Siempre le decía: “No comas eso que te vas a poner más panzón”, y él decía: “tallas hay muchas y vida nada más una.”

 Precisamente, porque la vida no retoña y tallas hay muchas, fue que debió cuidarse el cantante.

 Muñoz contó que el mismo domingo que murió el concertista estaba en El Paso, Texas, y en la madrugada le reveló que no había podido dormir porque padecía un fuerte dolor de cabeza. Luego volvieron a hablar alrededor de las 10:00 de la mañana.

 “Ya tenía días que me decía que le dolía la cabeza, entonces le dije que cargara un frasco de aspirinas y que tomara regularmente porque le podía dar un infarto,” señaló. 

¡Tremenda advertencia! Son más los que se suicidan con el tenedor que los que mueren de hambre. Por la falta de moderación al comer, o al beber, muchos padecen terribles enfermedades. Recuerde esto: “ni al niño ni a nuestro estómago, les conviene recibir todo lo que nos piden.” Un poco de hambre no mata a nadie, pero la glotonería sí. Así que, para alargar su vida, acorte sus comidas.