El término del “mal de ojo”, fue “ojeado”, no es una novedad para mí, desde mi infancia lo escuché en mi casa y no por incultura, como dicen algunos chatistas, ni ignorancia, ni por crecer en un ambiente pobre.

¡Ah! Pero estas mismas personas que critican a quienes creen en esto, hablan de “energía positiva”, “energía negativa” y no la relacionan para nada con el mal de ojo.

Les contaré las experiencias en mi casa. Un amigo de casa siempre usaba gafas oscuras, bien oscuras. Mi madre me comentó que la razón de ello era debido a que su mirada era tan fuerte que en segundos por fijarla en una flor o una planta bonita, la quemaba. Evitaba detener su mirada en bebés, porque si se enternecía y los miraba por un lapso más o menos largo, estos empezaban a llorar y llegaban hasta a enfermar.

Mis hermanos mayores por alguna razón, enfermaron, en distintas épocas, primero la mayor, el médico diagnosticó gastroenteritis, la trató por un tiempo, hasta que le dijo a mi madre, que la dejara tranquila que ya no había nada qué hacer. Sin embargo, alguien le recomendó a mi madre llevar a la muchachita a un “yerbatero”. Era lo último que se podía hacer por la bebé, así que este especialista colocó a la niña en una mesa, la midió, estiró bien sus extremidades, notando que una de sus piernas estaba más larga, se intentó de varias formas de igualarlas, sin resultado. El yerbatero, concluyó: “La niña tiene ojo”. Juntó yerbas, preparó otras, la tomó por los pies y no sé qué más cosas le hizo, diciéndole a mi madre que volviera en pocos días para repetir el tratamiento. Al segundo tratamiento, la niña tenía sus piernas iguales, no vomitaba, había detenido la diarrea y en conclusión. La niña sentenciada a morir, se curó.

Años después con el segundo hijo, hubo un evento diferente, como era un hermoso y rozagante niño, mucha gente se acercaba a mirarlo y a tomarlo en brazos. De pronto el niño decayó y empezaron los mismos síntomas que con la primera bebé, el diagnóstico, similar al primero, no respondía a ningún tratamiento. De nuevo recurrió mi madre al yerbatero y el niño se recuperó rápidamente.

Yo tuve la suerte de no ser víctima de esta enfermedad, así que no puede decirse que algo ocurría en la familia para que todos los bebés enfermaran.

A mi hijo, lo ojearon dos veces, siendo un bebé y cuando ya era un niño más grandecito. Los pediatras no lo podían curar y un yerbatero sí.

Que se reconozca los síntomas que presentan los menores como “mal de ojo”, puede ser una forma de verlo, pero que los médicos sean incapaces de curarlo, ya es muy raro.

Cuéntenme una cosa, ¿dejaría usted morir a su hijo(a), por el simple hecho de “no creer que está ojeado” y que un “yerbatero” lo puede aliviar?

Por ahí un chatista dice que basta con no creer en esas patrañas para que la persona se alivie, ¡qué palabras tan sabias! Haga lo mismo con el cáncer y me cuenta el resultado.