En 1968, conocí a Luis Miguel a través de una fotografía enviada desde Londres, en donde aparecía acompañado de un amigo, bajo la nieve. Posteriormente y a raíz de mi viaje al Reino Unido, nos hicimos amigos. En el aeropuerto me recibió su amigo inglés, Paddy, quien para ese entonces trabajaba en Japan Airlines.

Quiero aclarar que su nombre es Luis Alberto Romero Mosquera, yo lo conocí como Luis Miguel, ya que un amigo suyo, dijo que el no tenía cara de Luis Alberto sino de Luis Miguel y así lo seguimos llamando.

Desde entonces, hasta ahora, son 55 años, compartí con ellos durante mucho tiempo, los visité en su apartamento en Osterley, e incluso participé de su experiencia en el Sumner hotel, en donde viví en compañía de mi hijo bajo el título de Gobernanta, toda una vida. A mi regreso a Colombia y cuando Paddy usó la moderna tecnología del internet, seguimos en contacto. Luis Miguel se negaba a usar estos medios tan interesantes, pero a través de Paddy seguíamos hablando.

Mi última charla con Paddy, fue desde España, hablamos y éste me dijo que salían para el aeropuerto a recoger unos amigos y ya después recibí la triste noticia que mientras conducía sufrió un infarto. Cinco días más tarde nos dejó.

Seguí hablando con Luis Miguel, por teléfono, algunas veces con la ayuda de una amiga peruana, Rosa Ludwick, quien nos enlazaba con su teléfono para que habláramos. Después Patricia Hurtado nos ayudó a comunicar. Al fin, después de rogarle de mil maneras consiguió un celular con el que tuvimos contacto directo y podíamos conversar con cierta regularidad.

Ahora, mi última charla con Luis Miguel fue en el mes de junio, como siempre se quejaba de un dolor de espalda y de una pierna, criticando que no le daban una droga que le calmara el dolor. Sin embargo, siguió charlando y haciéndome bromas y tratando de convencerme para que viajara y nos reuniéramos de nuevo. Hizo sus bromas de rigor y al mencionar mi edad, tema que poco le hacía gracia, mientras soltaba una carcajada me dijo: “Hola, de manera que tu eres mayor que yo.” Finalizamos con la ilusión de volver a vernos.

Pocos días después Patricia, nuestra buena amiga, me dijo que Luis Miguel había caído por las escaleras y que estaba hospitalizado, bastante mal, que al parecer se había explotado una ulcera y había perdido mucha sangre. Pero eso solo fue el preámbulo para saber que su estado era mucho más grave. Tras los exámenes de rigor, se estableció que mi amigo tenía un cáncer bastante agresivo y que lo había invadido.

Regresó a su casa y con tratamiento paliativo, pues ya nada había que hacer para recuperarlo en un par de meses su cuerpo no resistió más.

Como hecho curioso, aproximadamente un mes antes de su despedida, tuve un sueño, ví a Luis Miguel en su lecho, me acerqué y lo abracé, era mi despedida y lo que jamás en su vida me había pedido, en el sueño, me dijo que le diera un beso, así lo hice, le di un beso en la mejilla y desperté.

El 29 de agosto del presente año, hizo la pascua, descansó su cuerpo de los dolores que lo estaban mortificando.

Su cremación se llevó a cabo el 13 de septiembre pasado, en una hermosa ceremonia, orquestada por su amiga Patricia Hurtado y su sobrina Janeth, tal y como le habría gustado a Luis Miguel, habría comentado la elegancia y sobriedad de los vehículos y del bastón mayor que lideraba el cortejo.

Otro amigo que se adelanta en el camino en este año.