LECTURAS: Is.5,1-7; Ps.80; Flp.3,4-14; Mt.21,33-46

La sagrada liturgia de este domingo, nos trae muy buenas enseñanzas en sus lecturas, que deben ayudarnos a seguir madurando en nuestro proceso de Fe y acercamiento a Jesucristo, razón de esa Fe. Y así, por ejemplo, san Pablo nos dice en su carta a Filipenses que «estamos orgullosos de Cristo Jesús, no poniendo nuestra confianza en cosas humanas, sino en El».

Y que lo diga él, Pablo, que fue capaz de dejar su orgullo judío-fariseo, para seguir a Cristo.-Y más aún, dice a sus discípulos que «pongan por obra lo que aprendieron, recibieron, escucharon y vieron en mí, y el Dios de la paz será con ustedes».

Y el evangelio de este domingo también es muy diciente con el enunciado de la parábola de la viña que es arrendada a unos cultivadores, pero que cuando regresa el dueño a pedir cuentas y reclamar lo suyo, es finalmente asesinado por ellos, para quedarse con la propiedad de la viña. Jesús ha dirigido ésta parábola nada menos que a los sacerdotes del templo, y finalmente les dice: “No han leído en la Escritura que: la piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular?… por eso les dijo: Dios les va a quitar su Reino para confiárselo a un pueblo que produzca frutos».

Pues digamos que la teología de hoy aplica ésta parábola de Jesús a la Iglesia en general, y especialmente a los conductores de la misma, obispos, sacerdotes y demás que tienen funciones en ella, y como un llamado de atención para que no descuiden la viña, que es del Señor y para el servicio del Señor Jesús, y para seguir trayendo servidores a su viña, y atrayendo vocaciones que deseen ponerse al servicio de la Iglesia, esto es, al servicio del pueblo de Dios. Y para que quienes ministramos en la Iglesia no olvidemos nuestra vocación primera, que es para el servicio y para que Jesucristo sea conocido y amado por tantos que están lejos, o que aún no le conocen. Bello y noble servicio es pues el ejercicio de la vocación religiosa o sacerdotal, para seguir cuida dando de la viña del Señor. Entendiendo que cada fiel cristiano también tiene la misión de llevar a otros a la viña del Señor, esto es, a la Fe y al amor de Cristo. Como lo decía ese gran santo, Francisco de Asís, «para que el amor, sea amado». Que así sea. ¡Amén!