Desde el momento que decidí hacerme “mantenimiento” de salud, el optimismo me salía por los poros. Primero fui a hacerme revisar por oftalmología, ya que los anteojos no me estaban ayudando mucho, así que esa fue mi primera visita. Me diagnosticaron blefaritis, así que un tratamiento sencillo para el enrojecimiento de los ojos y shampoo de bebés todos los días, con una frase que no olvido, así estará por el resto de su vida, son problemas de la edad.
Curiosamente al mismo tiempo que mis ojos se irritaron, mis oídos empezaron a fallar, especialmente el izquierdo, escuchando un ruido y palpitación, llamado tinnitus, acompañado del eco al interior de mi cabeza los cuales no eran normales. Así que busqué otro profesional, en este caso un otorrinolaringólogo, quien me ordenó varios exámenes. Una vez tuve los resultados de los exámenes volví donde el otorrinolaringólogo, quien consideró enviarme donde otro de su misma profesión, un otólogo, al parecer más especializado, aunque al mismo tiempo me envía a otro otorrinolaringólogo, al parecer también más avanzado, pues lo identifican como de tercer nivel.
El nuevo, o mejor, la nueva otorrino, (dejémoslo de este tamaño que el real es muy largo), sin examinarme, me dijo que no podía solucionar nada, ya que se requería de otro profesional, en mi caso un rinólogo. Mientras tramitaba esta nueva cita, me atendió el otólogo, quien no estuvo satisfecho con los exámenes que me habían realizado y quiso que los repitiera en forma particular, advirtiéndome que era posible que tuviera que colocarme un tubito en el oído izquierdo y que eso lo hacía, incluso en su consultorio.
De nuevo, lista para ir de nuevo al otólogo, con nuevos exámenes, me ocurrió algo bastante curioso. Me resfrié. Si, me resfrié. Con una de las gripes más fuertes que me hayan dado. De pronto, empecé a notar que el famoso tinnitus, había desaparecido, la audición volvió a su cauce y el eco que tanto me molestaba, desapareció.
Teniendo en cuenta que además del problema auditivo me había surgido uno ocular, teniendo que ir al servicio de urgencias, con la novedad de que allí también consideraron que debía ser examinada por un oftalmólogo de tercer nivel, cita que no hubo forma de concretar. Así que en vista de las dificultades para que me asignaran un oftalmólogo más eficiente, fui donde uno particular quien encontró una bacteria importante y la necesidad de un tratamiento agresivo para curarme.
En el entretanto logré que el otólogo que ordenó el examen particular me asignara cita y ¡oh sorpresa! Me atendió la enfermera, de quien debo decir, es muy eficiente, revisó concienzudamente mi historial, se alegró del desenlace de mi problema auditivo. De un momento a otro entró el otólogo, manifestó su enojo porque me habían atendido antes que a otro paciente, sin tener en cuenta que mi turno era el 30 y el del otro paciente era 31. La enfermera le explicó el cambio que había ocurrido en mi caso y él sin mirar el examen que había ordenado, dijo que eso era un, y dijo una palabra médica que no recuerdo y sin siquiera mirarme, dijo que se aplique un spray en cada fosa nasal y salió sin despedirse.
¿Cuál la razón para hacer este peregrinaje para ser atendido? En verdad me gustaría saber cómo funciona el control de citas médicas y por qué hay tantas categorías. Son tantos los trámites que la enfermedad, sea cual fuere, empeora mientras espera ser atendido. Y, francamente, lo mínimo es ser tratado con respeto.
Comentarios recientes