Pbro. GERMAN ROBLEDO ANGEL Sacerdote Emérito. Párroco de La Catedral de Cali 1994-2003 Promotor de Justicia, Vicario Judicial y Presidente del Tribunal Eclesiástico Regional (1980-2003). Secretario Ejecutivo III Congreso Eucarístico Nacional 1999. ESTUDIOS: Bachiller Colegio Berchmans Cali 1958.- Filosofía y Teología 1958-1964.- Economista Industrial Univalle 1975.- Collegium Canisianum Innsbruck: Philosophie Aquin-Gotteserkenntnis, -Mag.der Theologie- Dr.rer.soc.oec. Universität Innsbruck 1975-1980, AUSTRIA. Libros publicados: ¿HACIA UN CLERO GAY? Antihistoria de un centenario 19102010. Cali 2010. IGLESIA CATOLICA: UNA CRISIS QUE NO SE NOS DEBE OCULTAR. Cali 2014.
(Este artículo fue publicado en junio del 2017)
Cuando en 2010 denuncié la tendencia hacia un clero “gay” en la Iglesia de Cali, que alcanzaba ya un treinta por ciento, algunos piadosos católicos no lo podían creer y no obstante posteriores repetidos escándalos de pederastia y efebofilia en la Iglesia de Cali, nada se ha hecho por detener dicho proceso y la tendencia crece. Hoy sabemos que el homosexualismo es un problema crítico en la Iglesia Católica, con el agravante de un creciente lobbysmo gay, que se toma como “ideología” altos niveles de la élite del poder eclesial. Ese poder gay evoluciona y se fortalece según el clásico postulado de Pareto y Mosca “porque las élites del poder se reproducen a sí mismas”. A lo cual hay que agregar las afinidades selectivas homosexuales en niveles menores del organismo eclesial y que privilegiarán de manera especial la selección y formación de los candidatos a futuros clérigos en los seminarios. Ya el Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, discretamente lo mencionaba en documento eclesial sobre el Homosexualismo (1986) y el Papa Francisco lo reconocería abiertamente en frase textual, “el problema no es tener esta tendencia, el problema es hacer un lobby… ese es para mí el problema más grave”, refiriéndose al homosexualismo en la Iglesia. (Decl. 07-09-2013 vuelo Río de Janeiro a Roma).
En octubre de 2015 precisamente cuando se preparaba en Roma la inauguración del Sínodo sobre la Familia, tiene lugar un terrible escándalo mediático en el Vaticano cuando Monseñor Krzysztof Charamsa, un docto prelado polaco de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se presentó ante las cámaras de televisión con su pareja, para proclamar el amor homosexual que mantenían en secreto.
Este hecho, fue entendido como parte del “lobby gay”, presión que se hacía ya al Papa Francisco desde niveles clericales, para que en el Sínodo se aprobaran también las uniones homosexuales. El Sínodo debió repetirse en octubre de 2016 y el mencionado lobbysmo se mantuvo en favor de las uniones gay. Se dijo en los medios que algunos Obispos aprobarían la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar, siempre y cuando se aprobaran las uniones homosexuales.
Es muy significativo que un mes después de concluido el Sínodo, la Iglesia Católica hizo en buena hora, definitiva y meridiana claridad sobre su Doctrina Moral, al promulgar un extenso Decreto de la Congregación para el Clero (diciembre 8 de 2016) mediante el cual se compendia y mantiene en firme toda su doctrina y prohibiciones radicales del homosexualismo en los clérigos. Dice así el párrafo 199 del Decreto: “En relación con las personas con tendencias homosexuales que se acercan a los Seminarios, o que descubren durante su formación esta situación, en coherencia con el Magisterio, la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, NO PUEDE ADMITIR AL SEMINARIO Y A LAS ÓRDENES SAGRADAS A QUIENES PRACTICAN LA HOMOSEXUALIDAD, PRESENTAN TENDENCIAS HOMOSEXUALES PROFUNDAMENTE ARRAIGADAS O SOSTIENEN LA ASÍ LLAMADA CULTURA GAY. Dichas personas se encuentran, efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres. De ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas” ………El Decreto concluye así: “El Sumo Pontífice Francisco ha aprobado el presente Decreto general y ha dispuesto su publicación”.
Lamentablemente es también significativo anotar, que, en la Iglesia de Cali, seis meses después, no se haya dado a conocer aún al clero este decreto y me pregunto si será acaso por aquel sabio refrán, de que “en casa del ahorcado no se debe mencionar la soga” ……. De todos modos, queda claro, por qué la tendencia gay en el clero de Cali es creciente y nadie la detiene.
Pero el lobbysmo gay continúa con el escándalo Charamsa. Acaba de ser publicado en Europa (mayo de 2017) su libro en varios idiomas, una apasionada y burda apología de la vida homosexual en el clero.
El libro titula “La primera piedra”, porque se refiere a la respuesta de Jesús a los fariseos, que acusaban y condenaban a lapidación aquella mujer sorprendida en adulterio, … Jesús les responde: “el que esté libre de pecado que le tire la primera piedra” … y nadie se atrevió a hacerlo. El sacerdote Charamsa fue sancionado conforme a las leyes eclesiásticas por su homosexualidad confesada públicamente. Sin embargo, invoca a su favor esta frase de Jesús, sorprende y reta, porque sostiene en su libro, que en la Curia Romana donde él trabajó por años, el 50% o sea la mitad de los funcionarios curiales, incluidos clérigos del más alto nivel jerárquico practican la homosexualidad.
Son pues desastrosas e inocultables las consecuencias para la Iglesia Católica. Pero hay además otro problema conexo con la homosexualidad y su poderoso lobbysmo, del cual poco se habla, tal vez por ser un concepto propio de la psiquiatría y no de la moral cristiana: el Narcisismo, aunque ya en la jurisprudencia canónica se le considera imposibilitante del consentimiento matrimonial y de la comunión de vida en amor conyugal. Por consiguiente, es también imposibilitante de la común-unión eclesial. El narcisismo logra enquistarse en el ejercicio de la autoridad y logra instrumentalizar el concepto teológico sagrado de la comunión eclesial, alienándolo en ideología para fundamentar poder y dominación.
La milenaria sabiduría griega se refería a “Narciso”, un joven varón dotado de una sinigual belleza física, quien despreciaba el amor. Por esta imperdonable perversión que trajo la desgracia a enamoradas hermosas doncellas y a la Ninfa Eco, Némesis la deidad de la vindicta en la mitología griega, lo castiga condenándolo a terminar su vida en una absoluta auto contemplación egolátrica de su propia belleza en el espejo de unas límpidas aguas…. Este triste final enseña implícitamente que ese será siempre de algún modo el castigo del egoísmo narcisista. Narciso era incapaz de amar a alguien que no fuera él mismo y tipifica así el llamado comportamiento narcisista. El Padre y Doctor de la Iglesia Occidental, San Agustín en el siglo IV, como también el Reformador y Teólogo Martín Lutero en el siglo XVI, definirían el narcisismo en la Iglesia como la actitud del “homo incurvatus in se ipsum”, “el hombre encorvado hacia sí mismo” desde la perspectiva del pecado, el egoísmo del alma encerrada en sí misma.
El narcisismo, cuando se autorealiza en autoridad y poder en el campo religioso, distorsiona la esencia del cristianismo, aquella que lo hizo deseable y envidiable desde un comienzo: “en esto reconocerán los demás que sois mis discípulos”, y que evangelizó al imperio romano: “mirad cómo se aman”, decían los romanos acerca de la comunidad de amor fraterno de los cristianos. Eran ellos un testimonio de la común-unión eclesial cimentada en la Eucaristía (“Koinonía” en San Pablo, I Cor.1, 14-22). Por ello la recepción de la Eucaristía se llamó “comunión” y su consecuente vivencia social y teológica “comunión eclesial”. Este concepto esencial que es correlativo al viejo concepto griego de Ekklesía, “Iglesia” en la primitiva comunidad apostólica – en “libertad, igualdad y fraternidad”-, es alienado por quienes ejercen poder y autoridad no conformes a la lección dramática del Maestro en la “Última Cena”, es decir: cuando la autoridad no se ejerce como “fraternal servicio humilde y amoroso” sino como “exhibicionismo narcisista de poder monárquico” sobre “súbditos” o el de “interesados y serviles funcionarios”, sustantivo éste que repite una y otra vez críticamente el Papa Francisco refiriéndose a ciertos clérigos. Esta alienación es la que ha conducido lamentablemente a que muchos digan “SÍ” a Cristo, pero “NO” a la Iglesia.
El concepto del narcisismo, desarrollado por Freud, el padre del Psicoanálisis y de la Psiquiatría moderna, es visto por él como un trastorno emocional y de la personalidad, relacionado con homosexualidad y megalomanía, en personas con avidez de admiración, estimación y elogios de los demás. El narcisista tiene una autoestima muy vulnerable ya que no tolera las críticas y se siente ultrajado ante los comentarios negativos sobre su persona. Por ello el narcisista tiene seguros problemas cuando se desempeña ante la sociedad. Es orgulloso y soberbio. No valora y desprecia lo que le ofrece su entorno e incluso lo útil y positivo que los demás le pueden aportar, porque lo exterior tiene que ser para él un aspecto idealizado de su propio yo. No puede contemplar nada que no sea él mismo. Algunos psicoanalistas denominan esta patología del narciso como el “complejo de Dios”.
Cuando cumplen funciones de gobierno prefieren rodearse de personas que ellos consideran inferiores, preferiblemente de rasgos aduladores y aúlicos. Disfrutan al máximo de la adulación y de las alabanzas públicas y de los medios, porque se creen poseedores de la más absoluta verdad y de un pensar irrefutable. Quienes no piensan como él, son los “deshonestos”. Es un error del subordinado y que puede costarle muy caro, atreverse a pensar diferente o a darle un consejo o hacerle una crítica al narciso. Y si alguien cree ser su amigo tenga muy en claro, que ello es fruto de una mera apariencia fugaz de recuerdos, reflejos de pasada juventud, que el narciso proyecta, para amarse a sí mismo en el ocasional e ingenuo amigo…, proyecciones que se diluirán tan pronto, críticas…, discrepancias…, negativas…, distorsionen su autocontemplación en ese fatuo reflejo.
El narciso cuando ejerce el poder y la autoridad se muestra ante los demás con aires de superioridad y considera que tiene más derechos que nadie y que se encuentra por encima del resto de la comunidad.
El Estado soy yo…. la Iglesia soy yo…la Comunión Eclesial soy yo…. y quien no lo reconozca así, es un “usurpador”. Definitivamente es el complejo de Dios como lo definen los psicoanalistas y aplicado a ciertos empoderados clérigos en la Iglesia Católica, “cae como anillo al dedo”. El ideal cristiano de la auténtica comunión eclesial se hace imposible porque ésta, sólo se puede dar en torno a Cristo y a quienes son capaces psíquica y espiritualmente de significarlo. Sería un contrasentido y hasta una ofensa al mismo Jesús significarlo en un narcisista.
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