Me preguntaba que hemos aprendido estos meses de pandemia y creo que la primera lección lo fue, lavarnos las manos, pero bien lavadas, no como acostumbrábamos a hacerlo, después a cubrirnos con un tapaboca la nariz y la boca, de ser posible usar gafas protectoras; no tocarnos el rostro. Pero en verdad, algo que pienso que a todos los que creemos en la existencia de un virus, es ese temor a toser o estornudar, aunque estemos en la casa sin salir, si de pronto sentimos esa necesidad de estornudar, corremos a lavarnos las manos.

Algo que nos tranquiliza es cuando percibimos olores, vaya, eso sí que es motivo de emoción y si hacemos el ejercicio de contener la respiración por 12 segundo sin problema, tenemos ese íntimo gozo de pensar que estamos sanos.

La salud se nos convirtió el tema más importante del cada día, sin embargo, no falta quienes creen que el virus es un invento de no sé quién para obtener no sé qué cosa.

Y como se cuidan algunas personas, he visto guardas de seguridad en las entradas de sitios de salud, en los cuales, me consta porque estuve sentada frente a uno durante dos horas, pues no permitían entrar al acompañante del paciente, realizando la siguiente operación, pero eso sí debidamente protegido con tapaboca y en la mano un recipiente spray de alcohol. A cada persona que debía ingresar, primero hacía que se mantuvieran estrictamente en la distancia marcada sobre el piso, luego le aplicaba alcohol en las manos a quien iba a entrar. Mantenía la puerta cerrada y sólo abría para atender a cada uno de los pacientes a la Institución.

Hasta aquí, todo bien, yo lo admiraba interiormente y sentí gran respeto por su comportamiento, pero de pronto, Oh, sole mio, Llegó un amigo en moto, se acercó hasta la puerta con la mano levantada, sin tapaboca, él hombre de seguridad salió y chocó la mano de aquel, y la niña que presta el servicio de taxis se acercó también y con el tapaboca en el cuello, agitó su mano y también la chocó contra las manos de los dos sujetos. Parlotearon, se rieron y se despidió el sujeto.

¿Qué ocurrió después? Pensé, ilusa de mí, que de inmediato se esterilizarían sus manos, por lo menos. Pues no, la chica simplemente se subió el tapaboca con la mano y el hombre del puesto de seguridad de la Institución volvió a colocarse detrás de la puerta para impedir que pacientes ingresaran sin su autorización.

Confieso que me alegré de no estar autorizada para entrar, ya que este hombre sostenía la botella de alcohol con su mano, de pronto contaminada.

Y entonces llegó otro momento especial, salió una pareja de ancianos buscando transporte, la chica encargada y que había tocado al guarda y al motociclista, llamó un taxi, abrió la puerta del vehículo para que los ancianos entraran al mismo y por alguna razón estornudó mientras le daba apoyo a la señora que subía al vehículo. El taxista venía con el tapaboca en el cuello, y muy acucioso el guarda del lugar se acercó a exigirle que lo usara como debía ser… 

Intenté hacer la cuenta de la cantidad de personas que podían salir contagiadas del virus, nada más por haber realizado cualquiera de estos comportamientos y me pasmé, literalmente, me pasmé.

¿Por qué creer que a nosotros no nos va a llegar el virus? Con tanta gente haciendo tonterías. Me niego a los abrazos, me niego a las ofertas sin guardar distancia y sin cubrirse con un buen tapaboca. Es lo mínimo que tenemos que hacer por nuestra salud.

Hace poco un panadero lloraba ante las cámaras por no haber creído en cuidarse y decía: “No sé a cuanta gente puedo haber contagiado, a mi esposa, mis hijos y clientes de la panadería…”. Pero, sólo hablaba así porque estaba sobreviviendo al virus, usando oxígeno y no se sentía seguro de haberlo superado.