Autor: Pastor Diego Arbeláez
Extracto de la Revista No. 3,
Mientras Espera
«Venganza Vs. Perdón»

“Cuando alguien me ha ofendido trato de elevar mi alma muy alto para que la ofensa no la alcance”. (René Descartes)

IGNORE LA OFENSA

El quinto concejo relacionado con el tema de las ofensas es este…

5. Procure desdeñar, menospreciar, la ofensa.

“Que se nos haga un agravio no significa nada, a menos que insistamos en recordarlo”, decía Confucio.

Meter mucho ruido por una ofensa recibida no disminuye el dolor, sino que acrecienta la vergüenza. (Giovanni Boccaccio)

Una sonrisa a una ofensa es como una cucharadita de azúcar a un amargo café.

En la antigüedad fue muy famoso el caso de uno de los sabios de Grecia, quien cuando era joven le oyó decir a un sabio: “Si quieres llegar a tener personalidad debes ejercitarte en ser insultado y tratado mal, sin responder ni una sola palabra”.

“¿Pero ¿cómo lograrlo –le preguntó el joven- si entre mis familiares y conocidos nadie me trata mal?”

“Pues, pídele a alguien que contrate a unos desconocidos para que te insulten, y así te vas ejercitando en no responder” –le dijo el sabio.

Y así lo hizo el joven. Por medio de terceras personas pagó a unos maleducados para que lo insultaran al pasar él por la calle. Y se fue acostumbrando a no responder a los insultos, a tener paciencia. Después se fue a una famosa escuela de personalidad en Atenas, y allí el maestro para probar qué tanto carácter tenía su nuevo discípulo, lo recibió con un regaño tremendo e injusto. Pero mientras el maestro lo insultaba, el joven sonreía. ¿Cómo se explica –le preguntó el director- que mientras te regaño e insulto, tú sonríes alegremente?

“Ah, mi buen maestro –respondió el alumno- es que en mi tierra tenía que pagar para que me insultaran, y aquí me insultan gratis. Estoy ahorrando dinero”.

Mientras más nos ejercitemos en saber aguantar las contrariedades de la vida, y mientras mayor sea nuestra capacidad de resistencia para rechazar nuestras inclinaciones a la ira, mayor personalidad estamos adquiriendo.

“Contaba cierto cristiano que un poco después de asumir su cargo como alcalde de una pequeña ciudad, un desafortunado incidente le hizo blanco de desagradables llamadas telefónicas. Una vez, el teléfono sonó mientras él estaba presidiendo una reunión con unos colaboradores en su casa. Su esposa, también creyente, fue a atender la llamada.

“¿Es la casa del alcalde?” –Preguntó una voz femenina.

Esta le explicó que él estaba ocupado, y que se comunicaría con ella si dejaba sus datos.

“Eso es confidencial. Habla su novia” –dijo la mujer.

La esposa del alcalde, sabiendo que se trataba de un saboteo, le respondió con toda calma: “Señorita, si usted no deja su nombre y su teléfono, él no sabrá a cuál de todas llamar”.

¡Qué gran lección!

La prueba de la buena educación es ser capaz de soportar afablemente la patanería de otro.

Responder con la misma moneda una ofensa es ponerse a la altura del adversario.

Cuando le digan una ofensa, ríase, así logrará el efecto contrario de lo que quieren.

Haga como hacen los niños: pase rápidamente de una ofensa recibida al olvido de la misma…para que esté más cerca de andar alegre, como andan los niños.

Es ya un gran problema que se le cause una herida, pero lo peor es que ésta se infecte y no cicatrice.

Para que las heridas sanen, deje de tocarlas.

¡Déjeselo todo a Dios! y usted recupere la paz en su vida. No deje que sus enemigos o amigos impertinentes le sigan causando daño. Porque al mantener el rencor en su corazón, ellos siguen ganando, siguen destruyéndole. ¡Suelte la carga, deje que se vaya, deje que el río del perdón se la lleve!

Señor, no queremos albergar odio en nuestro corazón. Perdónanos, te suplicamos, porque muchas veces nos hemos disgustado contra nuestro hermano. A las ofensas que nos ha inferido hemos respondido con amargura; que mediante tu divina gracia en nuestros corazones no haya lugar sino para el amor. Un amor que lo dé todo y no espere nada.