Poco entiendo de fútbol, pero me preocupa la evolución de los hinchas y la forma como llevan su entusiasmo cuando se dirigen al estadio para ver jugar a su equipo favorito.
El escándalo que provocaron los hinchas en Miami, al ingresar de forma ilegal al Estadio Hard Rock, llevaron a que un periódico publicara este titular: “Como los peores vándalos, hinchas colombianos se saltaron las rejas del estadio en Miami para colarse en la final de la Copa América”.
Ese acto tan emocionante tiene, obviamente sus consecuencias, ya han sido identificado aproximadamente 7 mil de ellos, cuyas sanciones incluyen pérdida de visas y la deportación de familias enteras.
Cuántos de los ciudadanos, que habían adquirido boletos hasta un precio de 2 mil dólares, no pudieron ingresar al estadio debido al cerramiento que hubo de llevarse a cabo por causa de los disturbios y el vandalismo acaecido.
Cuando miro los daños físicos publicados por la prensa y en las redes, me quedo tan sorprendida y no puedo entender el por qué de esta actitud. Escaleras automáticas de la entrada del club totalmente arrancadas, una enorme bolsa de crispetas arrojada al aire con gran celebración.
Hubo una temporada en que cada vez que llegaba a un aeropuerto, me miraban con mucho detenimiento cuando exhibía mi pasaporte. Hacían bromas pesadas y mencionaban a narcotraficantes, haciéndome sentir bastante incómoda. Razón por la que opté por colocarle una funda que no me delatara como colombiana. Ahora, nuevamente, nos ponen en tela de juicio, y muy seguramente seremos poco bienvenidos en otros países, gracias al comportamiento reprochable de esos colombianos.
¿Por qué es tan difícil seguir unas normas sociales mínimas? Máxime si nos encontramos en un país que nos acogió. Donde según entiendo, gozan de un trabajo e incluso algunos ya tienen familia radicada allí.
Hace muchísimos años dejé de asistir al Estadio Pascual Guerrero de Cali. Lo hice en mis años mozos, pero en cuanto empezó la violencia entre unos y otros, simplemente por llevar una camiseta que distinguía al equipo de nuestra preferencia, opté por abandonar esa estupenda diversión.
Todo cambió, en la gradería no se pueden mezclar los hinchas, hay barras bravas, ya tienen que revisar a quienes ingresan para que en medio de la contienda no haya agresiones, no se puede confiar en las bebidas que ingresan porque en su interior colocan armas blancas. En fin, ni para qué sigo.
Me tardé un poco en comentar este hecho bochornoso, porque quise esperar a que la marea bajara, mirar con ojos frescos los videos, pero la verdad, me alteré más y más viendo que en realidad no hubo exageración en las noticias y redes y siento una gran tristeza de pensar que nos vean como unos colombianos agresivos, groseros, irrespetuosos que no paramos en mientes para agredir sin medida para lograr nuestros propósitos por fuera de la ley.
Comentarios recientes