LECTURAS: Is.8,23-9,3; Psi. 26; 1 Cor.1,10-13.17; Mt.4,12-23

La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas que deben ayudarnos en la orientación espiritual y cristiana de nuestras vidas, pues ese es su objetivo principal. Y así por ejemplo, nos da como primer texto de meditación, un hermoso pasaje del profeta Isaías que dice: «El pueblo que andaba en tinieblas, y que vivía en sombras de muerte, vio una gran luz”, que hace referencia lógicamente a la aparición del mesías esperado por todas las naciones, Jesucristo, que con el ejemplo de su vida y su palabra tiene el poder de orientar y darle un sentido a nuestras vidas. Como también lo corrobora el salmo del día: “El Señor es mi luz y mi salvación».

 

Y que luego también san Pablo en su carta a los Corintios nos referencia, diciéndonos: que no haya división entre ustedes, sino que permanezcamos en un mismo sentir y parecer, pues somos seguidores del mismo Cristo, y él no está dividido, sino que nos envía a predicar para que no se pierda la eficacia de su cruz para nuestra salvación. Y el evangelio de este domingo nos trae nada menos que el pasaje de la elección y seguimiento de sus primeros discípulos y apóstoles, que fueron Andrés y su hermano Simón-Pedro. Y los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan. Que es como decir, las primeras columnas de esa gran comunidad que él deseaba fundar, la Iglesia universal, en la que cupiésemos todos, santos y pecadores. A cada uno de ellos llamó por su nombre, y les dijo: «ven y sígueme», y los hizo pescadores de hombres en el mejor sentido del término, que fuesen con El a trabajar por el reino de Dios-su Padre, reino ya absolutamente cercano, pues Dios mismo se transparenta en la persona de su Hijo Jesucristo. Y así pues hermanos en la fe de Cristo, digamos que hoy también debemos sentirnos llamados todos y cada uno de quienes -por gracia de Dios- hemos sido bautizados en su nombre -y por eso nos llamamos Cristianos- para que con la gracia de nuestra fe en El, seamos capaces como sus primeros discípulos escuchar su voz que nos sigue diciendo: “ven y sígueme».-Que así sea. ¡Amén!

Capilla Trinity – Barrio Arboleda – Cali

Rvdo. Silvio Gil Restrepo