LECTURAS: 1 Tes.2,1-8; Ps.90,1-17; Mt.22,34-46
La sagrada liturgia de este domingo nos trae muy bellas lecturas bíblicas que deben ayudarnos en el seguimiento de Jesucristo, que es el objetivo mismo de la liturgia como tal. Y así por ejemplo nos encontramos con este bello texto de san Pablo en su carta a los de Tesalónica en la que les dice que fue Dios mismo quien lo escogió y le confió su Evangelio para que se los predicase, cosa que ha hecho con dedicación y ternura, como una madre cuida cariñosamente de sus hijos (cf. Cita). Y el evangelio de este domingo nos trae nada menos que el pasaje en el cual un maestro de la ley judía de manera un poco maliciosa trata de coger a Jesús en su respuesta. Y por ello le pregunta; «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley (judía)?» Y Jesús responde de manera tajante: «Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, y con toda tu mente. Pero hay un segundo mandamiento que tiene la misma importancia: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Y en estos dos mandamientos se basan toda la Ley y los profetas». Llama la atención que Jesús no se pone -por decirlo así- a citar el pasaje de la entrega de los diez mandamientos de Yahvé a Moisés en el monte Sinaí, sino que resume todas las leyes judías en esos dos mandatos: amor a Dios, y amor al prójimo. Y como también dice en otro pasaje: «Has esto, y vivirás».
Pues sí, hermanos en la Fe. Y entonces, ¿cómo debemos asumir esto, los creyentes en Dios, en Cristo?. Pues la palabra de Cristo, como decimos en la liturgia, es la palabra de Dios. Y no hay que dar muchas vueltas para entenderlo. O como también lo dice el apóstol san Juan en sus cartas: «Quien dice amar a Dios, pero no ama al prójimo, ese tal es un mentiroso». Esto es, que en la praxis de la vida cristiana no podemos separar el amor de Dios, o el amor a Dios, del amor al prójimo. O más aún, que el amor a Dios se demuestra también en el amor al prójimo. Pues sería una contradicción decir que amamos a Dios, pero odiamos al prójimo.–O en otros términos, es el mismo mandamiento de Jesús: «Ámense, como Yo los he amando». Es el ejemplo mismo de Jesús lo que debe convencernos. Y digamos siendo sinceros, a veces no es tan fácil amar al prójimo, sobre todo cuando nos sentimos ofendidos, porque de alguna manera han fallado las buenas relaciones humanas. Sí, eso es cierto. No obstante, como buenos cristianos, o simplemente como humanos, debemos hacer el esfuerzo al menos de que nuestras relaciones humanas mejoren. Recordando también que, como humanos, todos fallamos, nadie es perfecto. Roguemos a Jesús, quien es el sumum de la caridad y del amor perfecto, siguiendo su ejemplo seamos capaces de amar al prójimo como a nosotros mismos. Que así sea. ¡Amén!
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