LECTURAS: Is.55,1-5; Ps.145; Rom.9,1-5; Mt.14,13-21

La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas bíblicas que deben ayudarnos a seguir profundizando en la grandeza de nuestra fe cristiana. Y por ello la liturgia de hoy nos dice tan bellamente en la carta de san Pablo a los Romanos: “porque tengo la certeza de que ni la vida, ni la muerte… ni ningún poder creado, podrán separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro». Sí, hermanos, es la certeza de la fe en Dios, en Cristo, como lo más sublime que puede acompañarnos en las tristezas, pero también en las alegrías de la vida. Y el evangelio de este domingo nos rememora -por decirlo así- el milagro de la multiplicación de los peces y de los panes, cuando Jesús mirando a la multitud que le seguía, “sintió compasión» de ellos, ordenó a la multitud que se sentase, y elevando sus ojos al Cielo, bendijo los panes y los peces, los partió, y los dio a los discípulos para que ellos los repartieran. Y todos comieron, y hasta hubo de sobra para recoger y llevar.

Y ahora digamos, ¿qué enseñanza desea darnos el evangelio de Jesús con este hecho portentoso? Pues creemos que Jesús está dando a sus discípulos una gran lección: 1o., de compasión, esto es, Él se compadece del sufrimiento y de las necesidades de las gentes, y desea ayudar, pasar al hecho, no solo las palabras. Y 2o., Cristo con el ejemplo de su vida y de su comportamiento, desea que sus discípulos -por decirlo así-aprendan el mandamiento de la solidaridad y lo pongan en la práctica de sus vidas, como la praxis de la caridad y del amor fraterno. Qué podemos hacer por los demás, en la medida de nuestras posibilidades. ¿Qué pueden y deben hacer los que más tienen bienes de fortuna, para compartir de alguna manera con los más necesitados?

Y digamos que con el horror de la pandemia que todos estamos viviendo, los que tienen más bienes de fortuna -como un deber moral y de humanidad- ayudar a los más urgidos, sea a través de sus gobiernos, o en empresas de mutua solidaridad. Y que como cristianos no olvidemos lo que dice uno de nuestros más grandes santos, el místico San Juan de la Cruz: «Al final, seremos juzgados por el amor». ¡Amén!