Rvdo. Silvio Gil Restrepo
Sacerdote Anglicano
LECTURAS: Hech.5,27-32; Ps. 118; Apc.1,4-8; Jn.20,19-31 –
«Bienaventurados los que, sin verme, creerán en Mí».
La sagrada liturgia de este domingo desea hacernos continuar en la alegría de la pascua de la resurrección de Jesucristo, porque es necesario recordar que el dogma cristiano de la resurrección de Cristo, es el centro y el culmen de la fe cristiana. –Pues recordando de nuevo a san Pablo, nos dice: «Si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe, y vana nuestra predicación, pues aún estaríamos en nuestros pecados, porque aún no habríamos sido redimidos». –Por ello, el evangelio de este domingo nos trae el precioso pasaje del apóstol Tomás, 0que en cierto modo nos representa a todos nosotros–pues solamente hace su acto de fe en la resurrección de Cristo cuando en su segunda aparición al grupo de los apóstoles reunidos en el cenáculo, es llamado por Jesús para que él mismo constate con sus propias manos la realidad de su cuerpo resucitado, metiendo el dedo de su mano en la herida de su costado, ante la cual evidencia Tomás hace la más bella y sublime profesión de fe en Cristo resucitado, diciéndole: «Señor mío, y Dios mío». –Y es tanta la belleza de ésta profesión de fe del apóstol Tomás, que la Iglesia desea que también nosotros como cristianos la repitamos de manera constante, y muy especialmente al momento de recibir la santa eucaristía como testimonio de nuestra fe en su divina presencia, aunque velada en la hostia consagrada. –
Roguemos pues a Jesucristo resucitado que avive nuestra fe en su real y divina presencia al momento de recibir su sagrada comunión, confesando como el apóstol: «Señor mío, y Dios mío». –Que así sea. –¡Amén!
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