Pastor Diego Arbeláez
Predicador
Autor de la revista Mientras Espera y del programa radial del mismo nombre.
“QUÉ IMPUNIDAD, ¡TODOS ESTAMOS SUELTOS!”
El ratero No. 1 de Nueva York iba un día en el metro cuando sintió que una mano le tocaba la cartera. Se volvió rápidamente y se encontró con una linda cara femenina que resultó pertenecer a la ratera No. 1 de Chicago. El descubrimiento de sus respectivas identidades los llevó a una larga conversación técnica, y la muchacha reconoció que había obrado con torpeza.
Pasaron de una cosa a otra, se hicieron amigos y acabaron por casarse. Meses después estaban esperando su primer niño. Por supuesto, teniendo tan “distinguidos” progenitores, el muchachito no podía menos de ser el ratero No. 1 de los Estados Unidos. Pero ¡Que desdicha! El nene nació con una deformidad. Tenía la mano derecha firmemente cerrada y no hubo poder humano que lograra hacérsela abrir. Evidentemente con tal defecto no podría ser un gran ratero. Los mejores médicos y cirujanos nada pudieron hacer.
En su desesperación los padres lo llevaron a un siquiatra. Después de ensayar inútilmente todos los métodos convencionales para relajar una tensión de esa clase, el doctor resolvió descartar lo científico y ensayar algo primitivo. Tomó un reloj de oro colgado de una cadena también de oro, y sosteniéndolo a unos 15 centímetros de la mano cerrada, lo hizo oscilar. La mano empezó a abrirse poco a poco.
Hubiera visto usted la expresión de asombro en el rostro de los atónitos padres. En la mano del bebe había un objeto… ¡el anillo de la partera!
Este simpático cuento tiene como fin ilustrar la verdad de que el hombre es malo por naturaleza, de nacimiento. Hay que aclarar que es malo aunque venga de padres cristianos así como, usted puede hacerse cirugía de la nariz, pero su hijo sacará su nariz original.
(Transcripción parcial de uno de los artículos de la Revista Mientras Espera No. 1)
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