
Rvdo. Silvio Gil Restrepo
LECTURAS: Mal.4,1–2, Ps.98; 2 Tes.3,6-13; Lc.23,33-43
«No miedo, sino esperanza serena».
La sagrada liturgia de este domingo, aunque a simple vista nos trae unas lecturas con un matiz apocalíptico, sin embargo, su sentido no es para infundir pánico o miedo, sino para que como lo dice Jesús en su evangelio, sepamos aprovechar el tiempo presente de la mejor manera, haciendo frutos para el Cielo con obras de amor, caridad y misericordia. La mejor manera de prepararnos para un final, es como lo dice un gran místico, san Juan de la Cruz, «Al final de nuestras vidas, seremos juzgados por el amor». De modo hermanos en la Fe de Cristo, que no debemos dejarnos asustar por los falsos profetas que solo hablan de acontecimientos apocalípticos del final de los tiempos, sembrando todo el tiempo terror, como si ese fuera el sentido del evangelio de Cristo.

Más bien -por decirlo así- debiéramos preocuparnos más por vivir mejor el presente de nuestras vidas. ¿Y cómo podría ser eso? Pues siempre en actitud de ser mejores personas en todo el sentido de la palabra, desarrollando nuestras capacidades y cualidades no solo para beneficio personal, sino también poniéndolas al servicio de las comunidades de las que formamos parte: familia, empresa, trabajo, Iglesia, etc.

Recordando de nuevo el mensaje de san Juan de la Cruz: «al final, seremos juzgados por el amor». Esto es, que es el ejercicio de la solidaridad, del amor y de la ayuda mutua, lo que finalmente puede salvarnos, pues también suele decirse que «nadie se salva solo».
Roguemos pues a Jesús, que nos ayude a entender que lo que importa es una plena vivencia de nuestro tiempo presente con el ejercicio de la caridad, y una serena esperanza por un futuro mejor con El, y en El. Que así sea. ¡Amén!

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