Rvdo. Silvio Gil Restrepo

LECTURAS: Jer.1,4-10 (o Ps.103); Ps.71; Hebr.12,18-29; Lc.13,10-17(22-30).

 “La puerta es estrecha, y hay que esforzarse para entrar…»

La sagrada liturgia de este domingo nos invita a meditar en las sabias palabras del evangelio de Jesús. Y así nos dice que alguien le pregunta: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?». A lo que Jesús responde: “la puerta es estrecha, y hay que esforzarse para entrar…»

Como cristianos no podemos pensar al estilo de los judíos que siempre se han sentido como el pueblo elegido de Dios, y por tanto, de hecho, como ya salvados. No. Jesús lo dice muy claro: la puerta es estrecha, y hay que esforzarse para entrar. Y ¿cuál será ese esfuerzo que debemos hacer para ello? Pensamos que lo primero es contar con la misericordia de Dios, pues «como justo no hay ni uno», debemos implorarle como padre de misericordia que es, que nos ayude a ser capaces de hacer los mejores esfuerzos para ir en esa dirección. ¿Cuál dirección? pues la praxis de las virtudes teologales que son la fe, la esperanza y la caridad o el amor fraterno y la ayuda mutua.

Recordemos lo que nos dice el apóstol Juan en sus cartas: «si no amamos al prójimo que vemos, ¿cómo podemos amar al Dios que no vemos?». Porque por decirlo así, es presupuesto de la fe cristiana que el amor a Dios se demuestra o se realiza también con el amor al prójimo, pues no podríamos decir que amamos a Dios, pero el prójimo, o los prójimos, nos tienen sin cuidado. 

 

Y los grandes santos del cristianismo se han destacado por ser muchos de ellos fundadores de comunidades religiosas que se dedican al ejercicio de la caridad fraterna. Roguemos pues a Jesús, que nos ayude a ir por la vía correcta en el camino de la salvación final, ayudándonos mutuamente, y rogando también los unos por los otros. Que así sea. ¡Amén!