La muerte nos sorprende a veces, sobre todo en ésta época en que cada vez que recibimos una noticia de alguien que hizo la pascua, y nos dicen que la causa de su muerte fue consecuencia de accidente, enfermedad, infarto, en fin, cualquier razón normal, nos parece mentira y que nos están decorando la información, porque no quieren decirnos que fue por el covid 19, pero es que todavía se muere la gente por enfermedades lógicas, incluso de viejos.
Y estoy hablando de esto porque fui sorprendida con una noticia sobre alguien a quien conocí lleno de vida y con un sentido del humor contagioso y alegre, primero les diré que usualmente visitaba la relojería de don José en su local en uno de los pisos de la 14, en el Cosmocentro en esta ciudad de Cali, le llevé siempre los relojes de la casa para reemplazar sus pilas, al igual que la correíta de uno de mis relojes, la cual él adaptaba porque tenía unos pasadores estrechos, cuando lo hizo la primera vez, me dijo que con la correa que él le iba a colocar, el reloj quedaría con más “cuerpo”, y efectivamente lo logró; cada vez que necesité reemplazarla iba a su local y él buscaba la que mejor se adaptaba al reloj y a mi muñeca.
La última vez que fui, precisamente a cambiar la correa y reemplazar la pila de mi reloj, no lo encontré en su lugar habitual así que pregunté a los vigilantes del centro comercial y me dijeron que él había dejado el local de la 14 y que ahora se encontraba en una de las salidas nuevas, señalándome en línea recta adonde debía dirigirme. Casi que no doy con el lugar, pero al fin de cuentas vi que tenía un local muy bien organizado con sus vitrinas alrededor de su puesto de trabajo y sí, allí estaba él atendiendo a un caballero. Me saludó y dijo que había tenido que dejar el primer local por no poder llegar a un acuerdo con las directivas, que efectivamente le salía más costoso este nuevo punto, pero que estaba contento. Hablamos de cosas simples y le ofreció a su otro cliente mirar un reloj cucú que decía tener en su casa. Antes de irme me entregó su tarjeta en la que leí “Glapaos Relojería” y por primera vez me di cuenta que su nombre completo es José Luis Echavarria.
Y hace una semana volví a buscarlo, porque mi reloj se detuvo, ahora sí, llegué segura buscando la isla en la cual esperaba verlo, me sorprendió que estuviera su ayudante, una señora de ojos claros que regularmente atiende el local en horario de la tarde. Me atendió y me regresó el reloj funcionando perfectamente.
Cuando me disponía a marchar, le dije todo lo que había hecho para encontrar el local de don José la vez anterior, pero que ahora ya lo tenía claro. De pronto me miró de reojo y expuso como dejando caer una bomba: “Mi jefe se fue…” esperé a que terminara la frase, con un de vacaciones, cuando escucho: “para el cielo.” No lo podía creer. Y al preguntar la causa de su partida, también esperé que me dijera que por el covid 19, pero no, dijo que por una hernia que sufría, deduzco que se estranguló la hernia. Me quedé sin palabras. Es verdad que todo ser vivo puede morir, pero alguien a quien vi tan lleno de vida si me sorprendió.
Aún hoy, no puedo evitar, cada vez que miro mi reloj con la correa que él mismo colocó, recordarlo, escuchar su voz fuerte y su comentario “esta correa le da más cuerpo”.
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