Alguna vez se han entusiasmado armando rompecabezas? Pues les comento que mi padre era un genio, le encantaban. En aquella época no se conseguían fácil, así que apenas tenía unos cuantos. El caso es que su habilidad era tal que los armaba, incluso con las figuras hacia abajo. Los completaba sobre una base de cartón o un vidrio y cuando terminaba, con mucho cuidado los volteaba para impresionarnos a todos.
Y me refiero a este tipo de juegos, ya que en la actualidad los videojuegos y muchos de los juegos de mesa se pueden disfrutar a través de las redes. Hay infinidad de ellos para chicos y grandes. Sin embargo, yo conservo algunos en físico, la mayoría imantados, ya que la idea era entretener a mi hijo en los vuelos que hacíamos, siendo muy práctico llevarlos en los aviones.
El caso es que recordando aquellos tiempos encontré un rompecabezas, que nunca pude terminar, lo consideré un imposible. Se trata de cuatro cubitos plásticos con colores diferentes, aunque en algunos se repiten. Este juego tiene en mis manos alrededor de cuarenta años, más nunca lo abandoné por mi persistencia en tratar de resolverlo.
Intentaba una y otra vez colocar cada fila en el mismo color, p,ero siempre fallaba. Hoy se me ocurrió buscarlo en las redes, ya que todo se encuentra allí y descubrí que el nombre real del juego es: “Locura instantánea” y aunque no sé por qué razón siempre traté de colocar los colores en línea, allí descubrí que la idea es precisamente que no coincidan. Cada frente debe presentar los cuatro colores, no un solo color como yo intentaba.
Pues bien, esto no ayudó mucho, ya que la dificultad persistía. Seguir las instrucciones para lograrlo, son una locura, hay que ser matemático para lograr seguirlas. Pero, usando un poco el cerebro, me di cuenta que había una lógica más sencilla. Lograr que la fila superior y la inferior sigan ese orden desordenado de colores y después proceder con los otros dos lados y como dicen los franceses voilà, lo logré. Cuarenta años de hacerlo de forma incorrecta.
La verdad, lo único que siento es que mi padre no esté conmigo para explicarle que lo estábamos haciendo mal.
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