Rvdo. Silvio Gil Restrepo
LECTURAS: Hech.1,1-11; Ps.46(97); Ef.1,17-23; Jn.17,20-26 –
«La Ascensión de Cristo al Cielo”.
La sagrada liturgia de la Iglesias católicas, romanas, anglicanas, ortodoxas, coptas, etc., celebran este domingo la festividad de la Ascensión de Jesucristo al Cielo, con base en las lecturas bíblicas del evangelio de san Lucas, y del libro de los Hechos apostólicos, del mismo autor. Pues ambos describen bellamente ese momento glorioso de Cristo, cuando se despide de sus discípulos, habiéndoles dado previamente -por decirlo así- ese mensaje testamentario de sus últimas palabras, y que constituyen las lecturas básicas de la santa misa de este domingo.-Y que deben ser también para nosotros como los Cristianos de todos los tiempos, puntos claves de oración y meditación, que deben acercarnos a la vivencia de nuestra fe, que nos habla con certeza teológica de que Jesucristo sigue vivo y glorioso a la derecha del Padre, sino que también sigue vivo y muy presente en la vivencia de la fe de los Cristianos de todos los tiempos, pues lo dijo con toda claridad en su evangelio: «No tengan miedo, pues…. Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”. —Y a partir de allí, hagamos ésta preciosa meditación. ¿Cuál?, pues que Cristo hizo, por decirlo así, dos entronizaciones -para nosotros en su vida:
1, la primera, cuando habiéndose encarnado en el vientre de María, su madre, -la Navidad- se abaja -por decirlo así- hasta tomar nuestra misma naturaleza humana para realizar su obra de la redención de la humanidad.
Y, 2, que, por haberse bajado al nivel nuestro, -siendo Dios, o el Hijo de Dios- pues sublima nuestra naturaleza, ya que es dogma de fe para los Cristianos, que Jesucristo ascendió al Cielo en cuerpo y alma.- Esto es, no solamente con toda su divinidad como el Hijo de Dios, sino también como el hijo de María, esto es, con toda su corporeidad humana.–Y por lo tanto, la naturaleza humana ha sido glorificada y divinizada en la persona de Cristo, -Me parece muy bello pues saber por nuestra fe cristiana, que nuestra naturaleza humana, siendo pecadora, no obstante, por misericordia de Dios goza desde entonces de la prerrogativa divina en la persona de Jesucristo, nuestro Señor.- Que así sea.-¡Amén!
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