Autor: Rvdo. Silvio Gil Restrepo

LECTURAS: Núm.11,25-29; Ps.18; Sant.5,1-6; Mc.9,38-48

«Hasta un vaso de agua en nombre de Jesus, tiene su recompensa».

La sagrada liturgia de este domingo nos trae algunas enseñanzas como estas: por ejemplo, el apóstol Santiago tiene unas palabras muy duras contra el egoísmo de los ricos cuando no pagan justamente el salario de sus trabajadores: “Escuchen cómo clama el jornal de sus trabajadores que ustedes no pagaron, su clamor llega a oídos del Señor, porque han asesinado a inocentes». Fortunosamente las legislaciones modernas tratan de ser más justas, y ya se consagran códigos y leyes a favor de los trabajadores. Y el Evangelio de este domingo es especial en cuanto a la enseñanza de la virtud de la tolerancia en nuestras relaciones humanas, al menos hasta cierto punto, pues generalmente somos laxos con nosotros mismos, pero duros con los demás. Jesús da a entender claramente el espíritu de acogida que debe darse entre sus discípulos, así hoy en día haya una verdadera proliferación de Iglesias que llevan el nombre de cristianas. Pero a Dios gracias también hoy día ha prosperado mucho el espíritu ecuménico que debe darse entre todos los grupos o denominaciones que llevan con orgullo el nombre de cristianas, o Iglesias y comunidades cuyo centro de su fe es la divina-humana persona de Jesucristo. Esto es que, entre los cristianos, cualquiera sea su denominación, debe reinar el espíritu de aprecio y acogida como hermanos en Cristo. E igualmente debe darse también actitud de respeto por las demás religiones que siguen los valores de una ética básicamente humana, pues finalmente todos somos hijos del mismo Padre-Dios. Roguemos pues a Jesús nos guíe y nos enseñe una verdadera actitud de tolerancia en la concepción de una fraternidad universal como Él lo enseñó: «Ámense como Yo los he amado». Que así sea. ¡Amén!