Pastor Diego Arbeláez
“Las palabras bondadosas son la mejor música del mundo.”
EL PODER DE LAS PALABRAS
Nuestras palabras son mensajeras que van por todas partes hablando de nuestra personalidad. Por nuestras palabras no sólo seremos juzgados en el cielo sino en la tierra por aquellos a quienes vayan dirigidas. Es por esto que debemos seleccionarlas cuidadosamente tal como se seleccionan rosas para una buena amistad.
Así como el universo fue creado por la palabra de Dios, también nuestros pequeños mundos personales son creados por nuestras palabras. Sí, las palabras son la manifestación del pensamiento, para crear un mundo de paz y belleza, de salud y felicidad. Todo esto de logra, a través de palabras amables y delicadas, corteses y animadoras.
Cuentan que, en una fría noche en Moscú, León Tolstoi, escritor ruso, iba para su casa deseando encontrarse junto al fuego en su abrigada sala bebiendo una taza de café bien caliente. En eso salió de la niebla un harapiento mendigo.
“¡Una caridad por amor de Dios!” –Pidió el pordiosero.
El hombre tenía un aspecto repugnante, sucio, abandonado. El pelo y la barba estaban humedecidos por la lluvia, era la clásica imagen del mendigo desamparado.
Tolstoi, buscó en sus bolsillos una moneda para darle, deseando librarse cuanto antes así de la presencia del hombre. Pero era en vano, en sus bolsillos no había ni una moneda, no llevaba consigo ni siquiera un pedazo de pan. El infeliz seguía con su mano estirada y sus ojos suplicantes.
Entonces el noble escritor, en un súbito impulso estiró su mano y estrechó cálidamente la mano mugrienta del mendigo en un cariñoso gesto de amistad.
“Perdóneme. No tengo nada que darle en esta noche fría hermano –le dijo Tolstoi-, pero acepte usted mi mano en prueba de amistad”.
El mendigo se conmovió hasta lo más íntimo de su ser. Un rayo de su antigua hombría de bien iluminó su rostro y, con lágrimas en sus ojos, replicó a Tolstoi: “Gracias hermano, esto también es una gran dádiva, la mejor que he recibido en muchos años”.
¿Lo ve? Las palabras o los gestos bondadosos tienen cierta virtud que brindan luz y gozo a los desesperados y hacen mucho bien a la humanidad.
Muchas veces lo que los pobres necesitan no son cosas; sino que les den amor, que se los trate con bondad.
Los líderes que han trabajado con pobres y abandonados como la madre Teresa de Calcuta han dicho que la peor enfermedad que puede afligir al ser humano es la de no sentirse amado, la de ser tratado como un ser indeseable.
La ciencia ha encontrado remedios contra la lepra, y los leprosos se curan. Hay medicamentos contra la tuberculosis y los tísicos se curan. Pero cuando se es indeseable, no creo que esta enfermedad pueda curarse jamás. ¿Cómo curar el desamor? En la raíz de casi todas las miserias materiales y sobre todo las morales está la falta de amor, un hambre de afecto que no fue satisfecha.
Si no tiene dinero en la bolsa, deberá tener por lo menos palabras amables en su boca.
En Suecia, cuando una joven sale de la ceremonia matrimonial, la mamá o una amiga la espera en la puerta del nuevo hogar y pone en los labios una cucharadita de azúcar diciéndole: “si tus palabras son dulces, tu vida de matrimonio transcurrirá en paz.”
Quizás esa bella tradición fue inspirada en las palabras de Salomón: “Panal de miel son las palabras amables; dulzura para el alma y medicina para el cuerpo”.
Cierto predicador comentando desde el púlpito éste pasaje dijo: “Se logra más con un dedal de miel que con un tonel de hiel”. En ese punto, una señora se inclinó hacia su esposo, apoyó su cabeza en su hombro y le susurró al oído: “Me encanta ver como se marcan tus músculos cuando sacas el tarro de la basura.”
Cuando uno tiene que tratar con personas que piden la separación en su matrimonio, casi siempre se encuentra con esta triste realidad: Uno de los cónyuges ha sido áspero en sus palabras y esto ha hecho la vida amarga del otro, o ambos han carecido de amabilidad en su manera de hablar, y así la vida en matrimonio se ha convertido en un infierno. ¡Siempre es que tenía razón la señora de la cucharadita de azúcar!
Haga de tal modo que, al transformarse su pensamiento en palabras, estas tomen la forma más bella posible. Hable con gracia, con dulzura. Procure hacer atractivo el tema que trate, presentándolo de forma agradable, sugestiva, original, cautivadora y ojalá con un poquito de humor, cuando este se considere prudente. “Los dichos suaves, son panal de miel” dice Salomón.
No sé quién dijo: Procuremos que nuestras palabras sean siempre dulces y suaves, porque, uno nunca sabe, puede llegar el día que tengamos que tragárnoslas.”
Una buena oración “Ayúdame señor a eliminar todo vestigio de crítica, juicio, condena, de exclusión y desamor.”
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