
LECTURAS: Rom.14,1-12; Ps.103; Mt.18,21-35

La sagrada liturgia de este domingo nos trae precisamente uno de los temas más difíciles de la teología y de la mística cristiana, y es a saber, el tema del perdón. Pues para no decirnos mentiras, perdonar no es fácil, y si hacemos el esfuerzo de perdonar es porque: 1o., es una exigencia del mismo Jesús a quienes quieran ser sus discípulos. 2o., porque el mismo Jesús nos dio ejemplo de nobleza perdonando a quienes se declararon como sus enemigos, los que lo llevaron hasta el suplicio de la cruz. 3o.,Y porque con su palabra desde la cruz, del: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, nos dio ejemplo de santidad y nobleza, para que como sus discípulos, seamos también capaces de seguir su ejemplo. Y no estamos diciendo que perdonar a quienes nos han ofendido sea fácil, sino que como buenos cristianos nos inspiremos en el ejemplo del mismo Jesús, para ser capaces de ello. ¿Y además, por qué?, porque es más sano psíquicamente llegar a la capacidad del perdón, que seguir envenenados con un odio que carcome el alma. Y es bueno recordar que todos como humanos que somos, también podemos cometer errores, y que, dada esa situación, también queremos ser comprendidos y perdonados, porque si no, las cadenas de la enemistad y del odio acabarían con la convivencia humana, y finalmente, con la misma humanidad. De modo pues hermanos en la fe de Cristo que, Jesús mismo nos da el ejemplo de la capacidad del perdón, para que podamos aprender a convivir como hermanos, no obstante que todos seamos distintos, pues no somos muñecos de fábrica que como dice la canción, ni sienten, ni padecen. Roguemos pues al mismo Jesús que nos ayude a ser capaces de convivir como hermanos, cumpliendo el gran deseo de su mandato: «Ámense como Yo os he amado». Que así sea. ¡Amén!
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