LECTURAS: Hech.2,42-47; ps.117; 1a. Pe.1,3-9; Jn..20,19-31

Este segundo domingo de pascua de Resurrección nos trae preciosas lecturas bíblicas que deben ayudarnos como cristianos, a acrecentar nuestra fe en el Cristo resucitado, pues de ello depende la verdad de la fe cristiana, pues de lo contrario estaríamos creyendo en un dios muerto, y un dios muerto no puede dar vida eterna, y ni siquiera nos serviría para ésta. Y para ello, la Iglesia nos trae este domingo pasajes tan bellos como el del libro de los Hechos apostólicos en el que Pedro nos dice que «Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo en su gran misericordia nos engendró para una vida nueva que la resurrección de Cristo nos muestra ya en esperanza…pues lo amamos sin haberlo visto, y creyendo en El sin verlo todavía».

Y luego la liturgia de hoy nos trae en el evangelio de san Juan, el pasaje del apóstol Tomás, llamado el apóstol incrédulo, pues dijo que hasta que no lo viese, no creería que había resucitado. Y dice enseguida el evangelio que a los ocho días siguientes estando los apóstoles reunidos, y estando Tomás presente, de nuevo se les presenta Jesús, y llama a Tomás para que lo verifique en su propia piel: «trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». A lo que Tomás responde: “Señor mío y Dios mío… mas Jesús le replica: porque has visto, has creído, pero bienaventurados serán los que sin verme creerán en Mí». Pues sí, hermanos en la fe, gracias sean dadas al apóstol Tomás, ya que mediante su duda fue confirmado en la fe por el mismo Jesús. Y por ello el Señor nos lanza -por decirlo así- esa bienaventuranza a sus discípulos de todos los tiempos, que, sin verle, y por la grandeza de la Fe, creemos y esperamos en El.

Que la resurrección de Cristo, pues hermanos, sea el acicate permanente de nuestra fe, y que esa certeza nos de fuerza y valor frente a los embates de esta vida, y sea nuestra fortaleza a la hora de nuestro encuentro con El, y podamos decirle como Tomás: «Señor mío y Dios mío». ¡Amén!