LECTURAS: Zac.9,9-12; Ps.145; Rom.7,15-25; Mt.11,25-30

La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas bíblicas que deben aportarnos consuelo y esperanza en las vicisitudes de la vida. Tal como tan bellamente nos lo dice el salmo de hoy: “El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad».

Y también el pensamiento de san Pablo que nos dice en su carta a los Romanos que ya no debemos ser esclavos de pasiones, sino que si el Espíritu de Cristo habita en nosotros, seremos libres. Y el evangelio de este domingo es otra de esas palabras de Jesús que confortan el alma:

“Te alabo, Padre, porque ocultas estas cosas a los sabios y entendidos de este mundo, y las revelaste a los pequeños». Sí, Jesucristo se da a conocer y se hace amar primero de los pequeños, esto es, de los humildes y los desposeídos de este mundo, antes que de los poderosos que solo piensan en riquezas y placeres. Y aunque Jesucristo es para todo el que lo quiera aceptar, se complace primero en los humildes que saben de sufrimientos y penalidades, y por eso dice. “vengan a Mí todos los que estáis agobiados, que Yo os haré descansar, porque mi yugo es suave y mi carga ligera». Sí, el yugo de Cristo es más llevadero. Nuestras cruces pesan menos, si nuestro cirineo es el mismo Jesús. Y El desea ser ese cirineo, estar a nuestro lado cuando nuestras cargas nos hacen desfallecer. Y hay tantas dificultades en la vida de todas las personas, que eso del hombre feliz, es puro cuento, no existe, así haya riquezas de por medio. Y por eso hasta hay una canción que proclama que todos queremos, aunque sea «cinco centavitos de felicidad». Hermanos en la fe de Cristo, avivemos nuestra fe en El, creyendo y sabiendo que Él está realmente con nosotros, como suele decirse, en las buenas y en las malas. Porque esa es su palabra, y creemos en su palabra, su evangelio que nos dice: «Yo estaré con vosotros hasta el fin». Que así sea. ¡Amén!