Pastor Diego Arbeláez

Es tan imprudente que cuando le dice “te amo”  a la esposa, entrecomilla la frase con los dedos.

 SON SEÑALES DE IMPRUDENCIA…

 No hay cualidad más alta que la prudencia. Por ella se diferencian los entendidos de los mediocres. La prudencia es el más excelso de todos los bienes.

 Ser precavido es actuar con cautela. “Confíe en Dios pero cierra su casa con llave”, aconseja el refrán.

Una persona precavida sabe que Dios le guarda, pero no del descuido o de las imprevisiones.

Maestro y discípulo caminan por los  desiertos de Arabia. El Maestro aprovecha cada momento del viaje para enseñar al discípulo acerca de la fe.

 “Confía lo tuyo a Dios —le decía—. Pues Él jamás abandona a sus hijos”.

De noche, al acampar, el maestro le pidió al discípulo que atase los caballos a un árbol cercano. El discípulo fue al árbol, pero entonces recordó lo que había aprendido aquella tarde.

 “El Maestro debe de estar poniéndome a prueba. En realidad, debo confiar los caballos a Dios”. Y los dejó sueltos.

 A la mañana siguiente, descubrió que los animales se habían escapado. Furioso, buscó al maestro.

 “¡Tú no sabes nada de Dios! Ayer aprendí que debía confiar ciegamente en la Providencia, así que entregué los caballos a Dios para que los cuidara. ¡Pero han desaparecido!”

 “Dios quería cuidar de los caballos —respondió el Maestro—. Pero, en aquel momento, necesitaba de tus manos para atarlos, y tú no se las prestaste. No olvides este principio: “Confía en Dios, pero ata firmemente tus camellos”.

Continuamos hablando de situaciones en que mostramos imprudencia:

 Cuando hablamos sin pensar. La boca de ciertas personas se parece a un estribo: sólo les sirve para meter las de caminar. Es el caso de la  mujer que al retirarse de una fiesta con su maridito les dijo a los anfitriones delante de los demás: “Nos da pena tener que irnos acabando de comer, pero es que mi marido quedó con hambre”.

Cuando usamos demasiada franqueza. El francote, el que utiliza una sinceridad brutal, hiere con sus comentarios. Utiliza la verdad como mecanismo de agresión. Con el cuento de que: “Yo no tengo pelos en la lengua” resultan siendo brutalmente agresivos y no hay mérito en ser agresivo. Una cosa es ser sincero, y otra cosa ser grosero.

Cuando decimos lo que pensamos sin tener en cuenta la forma correcta de decirlo, el lugar correcto, el momento correcto ni los sentimientos de los demás, nos convertimos en personas temidas.

 Algunas personas dicen que son sinceras, cuando en realidad están siendo agresivas. Y no hay mérito en ser agresivo. Cuando decimos lo que pensamos sin tener en cuenta, la forma, el lugar correcto, el momento apropiado ni los sentimientos de los demás, nos podemos convertir en personas imprudentes, y hasta temidas.

Evite desplantar innecesariamente a otros. Busque el equilibrio entre  decir la verdad y ser respetuoso.

Cierto maestro se puso en viaje con uno de sus discípulos. A la salida de la aldea toparon con el Gobernador, el cual, creyendo equivocadamente que habían salido a darle la bienvenida, les dijo: “La verdad es que no deberíais haberos tomado tantas molestias para recibirme…”

 El discípulo que no sabía disimular le dijo: “Os equivocáis, Excelencia, lo cierto es que en este preciso instante salíamos de viaje; ahora, bien, si hubiéramos sabido que veníais, no nos habríamos tomado aún mayores molestias para daros la bienvenida”.

 El maestro no dijo nada pero al anochecer, le llamó la atención a su discípulo: “¿Por qué tuviste que decirle que no habíamos salido a recibirle? ¿No viste lo ridículo que se sintió?

 “Pero, si no le hubiéramos dicho la verdad, ¿no habríamos sido culpables de haberle engañado?

 “No le habríamos engañado en lo absoluto, -replicó el maestro-. Se habría engañado él a sí mismo”.

Sin mentir, no hay que decir todas las verdades. Y no se trata de ser hipócrita, se trata de cuidar nuestras relaciones y, por consiguiente, a las personas. La prudencia es la forma natural de tener buen juicio y el buen juicio es el despertador que pone a madrugar la conciencia. La prudencia es la virtud que nos lleva a desenvolvernos de modo justo y adecuado.

Use tacto. Sea cuidadoso, no hiera los sentimientos de los demás. Por ejemplo, recuérdele a su esposa el cumpleaños pero no su edad. Sea diplomático como el tipo que le decía a su esposa: Querida, no eres demasiado gorda: lo que sucede es que eres demasiado bajita para tu peso”.

Trate de decir lo que piensa de la mejor manera posible. Así evitará imprudencias que muy probablemente le saldrían caras, ya que muchas veces toma años curar  las heridas causadas por un  solo comentario imprudente.