Octubre 22 del 2019

Otro aniversario

En esta fecha hace siete años, despedí a mi hermano. Después de su partida, el mundo siguió igual, sólo cambió para nosotros, quedó un vacío, una ausencia, se acabaron las charlas nocturnas, los chistes flojos, las empanadas a media noche y también se apagó la luz de su cuarto que anunciaba su insomnio eterno.

Pero, aunque se adelantó en el camino, en la rutina diaria está presente. A veces me sorprendo riendo ante alguna situación que se presenta, porque sé el comentario que él habría hecho. Nunca se van del todo los seres queridos, viven en nuestros recuerdos, en los detalles, en los espacios, por ello, la tristeza que inicialmente nos embargó cambia de nombre por nostalgia, cuantas veces lo mencionamos por su nombre sin razón alguna.

En su escritorio o en su biblioteca había un ramo de lápices, parecía un florero lleno de lápices mirado #2, de vez en cuando se escuchaba el ruido del afilador eléctrico, ya que sus trabajos los escribía a lápiz,

con su caligrafía de crespos sobre el papel blanco sin líneas y que sin embargo guardaban impecablemente el escrito horizontal en forma nítida.

Su último trabajo lo fue la traducción que hacía del griego al español de unos libros sobre Jesús. Su enfermedad lo traicionó en medio de ello y sus conocimientos se fueron acompañando los recuerdos de toda una vida llena de historias.

Hoy no me extiendo en comentarios, no estoy triste, estoy nostálgica, aunque esta palabra signifique algo de pesadumbre, es difícil dejar atrás tantos recuerdos, por eso siempre dedico los mejores momentos de su vida no solo en esta fecha, sino cada vez que su figura se filtra en el cada día y su sonrisa pícara me persigue para decirme que todo está bien y que no hay ausencia solo no presencia.