Otro adiós

En el 2021, debimos decir adiós a la dulce Juanita W. en este año y hoy en horas de la tarde, hicimos lo mismo con nuestra nena Sophie W., como dicen en los noticieros, sufrió una penosa enfermedad que acabó con su vida.

Nuevamente, repito, hay gente que piensa que un perro es eso, simplemente un perro y cuando muere no tenemos por qué sentir como si se tratara de un ser humano, pero resulta que estos animalitos además de ser fieles, cariñosos y muy aguantadores de nuestros estados de ánimo, nos brindan un apoyo en nuestra vida que ningún amigo o familiar nos da.

Sophie llegó a nuestras vidas, de dos años de edad, con el nombre de Laly, inquieta, traviesa y con algunos problemas de salud que superó hasta convertirse en una hermosa West Highland White Terrier, con sus orejas respingadas y su cola altiva. Le cambiamos el nombre por Sophie W. y le gustó mucho, rápidamente entendió que ese era el adecuado y respondió sin dilación a su llamado.

Tenía dos años de edad cuando la recibimos y fue bienvenida por Juanita y el resto de la manada que teníamos en casa. Se convirtió en la nena de la familia, la más joven de todos, juguetona y ruidosa. Compartía especialmente con mi hermano, pero a partir de su despedida dirigió sus pasos hacia mi hijo y hasta el día de ayer lo buscaba al levantarse y lo llamaba para que bajara a comer, aunque en los últimos tiempos, debido a su estado de salud, lo esperaba para que la cogiera en brazos y la llevara hasta el patio para hacer sus necesidades, también en la noche lo esperaba para que la subiera al segundo piso y allí la depositara en su cama.

Durante más de 13 años, nos hizo compañía, no le gustaban las puertas cerradas, las abría constantemente para husmear lo que ocurría allí y luego marcharse, devolviéndose para asegurarse que no la cerráramos de nuevo.

Cuando visitábamos a su segunda madre, Patricia Duque Sánchez, disfrutaba subiendo a uno de los sofás de la sala, tumbar los cojines que en ellos había para luego mirar hacia donde estaba Imelda preparando comida, como esperando ser recriminada por su pilatuna.

Tuvo dos hogares, el nuestro lleno de otros animalitos, compartiendo la mayoría del tiempo con Juanita y donde Patricia, disfrutando de la vista desde los balcones, los premios que ella le daba y la carne molida que no faltaba cuando llegaba a visitarla.

La extrañamos mucho, pero conservamos los mejores recuerdos que nos dejó con su personalidad de perro grande, creo que en verdad le habría gustado ser un Husky Siberiano, pero en cambio fue una hermosa Westy que se quedó en nuestro corazón.