Artículo de la revista No. 2, Mientras Espera
Incumplimiento Vs. Responsabilidad
Pastor Diego Arbeláez
“El deber, que es todo aquello a que estamos obligados por la moral y por la Palabra de Dios, es lo que esperamos que hagan los demás”.
“OFRECER Y NO DAR, ES ROBAR”
Por culpa de la falta de valores, es que ahora dicen que las personas solo cumplen años. Antes la palabra de un hombre era cuestión de honor y cuando faltaba a su promesa, era una falta y una traición a sí mismo y un deshonor para la familia. Antes había gente respetable.
Poco antes de su muerte, el duque de Burgundy estaba presidiendo el Consejo del Gabinete de Francia. Los ministros hicieron una propuesta que hubiera violado un tratado, pero que hubiera reportado importantes ventajas para el país. Se ofrecieron muchas razones para justificar ese proceder. El duque escuchó en silencio, y cuando todos habían hablado, concluyó la conferencia sin dar su aprobación. Poniendo la mano sobre una copia del acuerdo dijo con voz firme: “Caballeros, ¡tenemos un tratado!”
Si usted se siente tentado a faltar a una promesa, piense de nuevo en las palabras del duque de Burgundy: “Caballeros, tenemos un tratado”.
Es importante que los cristianos acaten y hablen de manera que Cristo sea glorificado. Que cuando den la palabra, la mantengan. Que, si hacen un compromiso, lo cumplan. Que, si aceptan una obligación, la lleven a cabo.
Un elemento indispensable dentro de la responsabilidad es el cumplir un deber. La responsabilidad es una obligación, ya sea moral o incluso legal de cumplir con los compromisos adquiridos.
La vida sería más fácil si observáramos responsabilidad en todo, tal como se plantea en este clásico comentario:
Si abrió, cierre. Si encendió, apague. Si conectó, desconecte. Si desordenó, ordene.
Si ensució, limpie. Si rompió, arregle. Si no sabe arreglar, busque al que sepa. Si no sabe qué decir, cállese.
Si debe usar algo que no le pertenece, pida permiso. Si le prestaron, devuelva. Si no sabe cómo funciona, no lo toque.
Si es gratis, no lo desperdicie. Si no es asunto suyo, no intervenga.
Si usted no puede hacerlo mejor, no critique.
Si ofendió, discúlpese. Si no sabe, no opine. Si opinó, hágase cargo de lo que dijo. Si algo le sirve, trátelo con cariño.
Si no puede hacer lo que quiere, trate de querer lo que hace.
Y, por último, si no ha sido coronado como el mejor ser humano del universo, no discrimine, no segregue a nadie.
Si no puede ayudar, no estorbe. Si prometió, cumpla.
Nunca dé su palabra a menos que tenga la intención de cumplirla. Si es un hombre de negocios describa su producto con exactitud. Indique la garantía que existe en un lenguaje claro y cúmplala sin rodeos.
Los antiguos decían: “Las muchas promesas disminuyen la confianza”. No prometa que las palabras se las lleva el viento. Prometa en silencio, hágalo para usted mismo y cumpla su promesa para que pueda ver la felicidad y satisfacción en el rostro de la persona a quien promete. No hay nada como ello. Menos discursos y más frutos es lo que esperan de usted sus amigos y familiares. Imagínese que una estas personas le dice: “No me sorprendas con palabras grandes, sorpréndeme con pequeñas actitudes.”
Zinedine Zidane el ex futbolista francés de ascendencia argelina, quien se desempeñó como mediocampista de gran técnica, con una gran visión de juego y con toques geniales, dijo en cierta ocasión:
“Mis padres me enseñaron tres cosas fundamentales: que para poder estar orgulloso de ti mismo y ser alguien hace falta trabajar, que es preciso actuar con seriedad; y que debes respetar a los demás para recibir respeto a cambio. Trabajo, seriedad y respeto. Si haces estas tres cosas podrás ser alguien en la vida”, me dijeron.
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