Una de estas noches estuve recordando la casa donde crecí en Puerto Tejada, había sido hotel y tenía más o menos 16 habitaciones, con un corredor muy, pero muy largo. Lo curioso es que siendo una casa tan grande se prestaba para darse el lujo de tener un cuarto para el “Forastero”, así se llamaba, no era el cuarto de huéspedes como actualmente lo llaman, era para el “Forastero”, eran dos habitaciones, una en donde mi madre organizó una pequeña sala por si el huésped recibía alguna visita y otra más grande con dos ventanas, en donde había dos camas cada una con un baúl al frente y a un lado un “escaparate de un cuerpo”. Para mí, durante el tiempo que no había visitas era mi cuarto de juegos en donde podía esconderme.

Al fondo de la casa, dos cuartos, uno, de “Rebrujo”, en donde estaba el motor eléctrico y se podían encontrar cualquier cantidad de trebejos sin usar, un baúl grande con toda la colección de revistas de mi padre, selecciones y otra “Mecánica popular” además de otras más, todas sobre hallazgos de odontología.

La otra habitación, era el cuarto “oscuro”, no por miedo, sino que teníamos el laboratorio fotográfico en donde revelábamos las películas, se hacían ampliaciones, etc. etc.

Curiosamente los muebles tenían algunos nombres, estaba el “escaparate de 4 cuerpos”, además del “chifonier”, era el principal, también teníamos el “armario chiquito negro”, según me explicó mi madre, se hizo con la madera en que venía empacada la nevera, pintado de negro y ella le pegó una calcomanía de colores en la puerta y era perfecto para mí, y el “tocador” también llamado peinador, embellecedor, y era muy curioso porque teníamos tres, el de mi madre, muy moderno y otros dos, realmente no sé de dónde salieron estos, ya que su forma era bastante curiosa, pero lo mejor es que encontré uno casi idéntico, solo le falta en la parte de arriba un pedacito, pero incluso el color era azul.

Pero hay otro genial, el “seibó” que después llamaron bifé, aunque suene como a carne, pero el de la casa era genial, tenía dos puertas, pero dentro era un cajón largo, así que siendo pequeña y queriendo huir a alguna orden, me escondía dentro de él, cerraba la puerta y ¡a salvo!