Las mentiras empiezan pequeñas y poco a poco crecen, a tal punto que resulta difícil controlarlas.

He estado leyendo noticias sobre la muerte de una psicóloga a manos de su cuñado, y como dije antes, poco a poco la verdad ha ido surgiendo de una manera increíble.

A raíz de esto encontré en Netflix una serie sobre criminología en diferentes países, y cómo manejan una entrevista previa del sospechoso(a), antes de presentar cargos en su contra, en este caso, han tenido en cuenta diferentes países: Inglaterra, España, Alemania y Francia. 

Las entrevistas son estupendas y en algunos casos descubren la mentira en que se escuda el personaje para ocultar su responsabilidad en el caso que se investiga. El desarrollo es muy interesante y regularmente con finales inesperados.

Personalmente tuve una experiencia sobre un menor de edad, fue escuchado en el despacho donde trabajé por allá en los años 80s, un jovencito que me conmovió e ingenuamente le creí cuando rindió su indagatoria. La verdad no recuerdo la acusación, pero creo que era un hurto. El caso es que su abogado pidió una ampliación de injurada y me tocó recibirla, así como la primera intervención. Y resulta que este angelical personaje quien había negado toda participación en el delito, incluso con lágrimas en los ojos imploraba le creyeran, relató con pelos y señales cómo y con quienes se había confabulado para agotar la conducta que se le había endilgado inicialmente.

Todavía, a pesar del tiempo transcurrido, tengo presente la tranquilidad y la expresión de este jovencito, así como mintió e insistió en su inocencia, y con cara compungida decía que no tenía nada que ver con los hechos, así mismo, confesó los delitos que se agotaron en compañía de sus amigos, afirmando que había intervenido porque sintió que debía apoyar a los demás del grupo, hablando con orgullo de todo lo que había hecho para colaborar.

Dicen que primero cae un mentiroso que un cojo, sin lugar a dudas esta es una gran verdad, pero hay personas que no las piensan.

Tengo una anécdota que ocurrió en mi familia: mi hijo siendo un bebé de 2 años, miró por la ventana y le dijo a mi madre: “abuelita Cristo Rey no tá.” Mi madre se asomó a la ventana y vio la imagen de Cristo Rey sobre la colina, volteó a mirar a mi hermana y le dijo, ¿te das cuenta? El niño dice que no está Cristo Rey. Y mi consanguínea sin dudarlo le respondió: ¿No sabías? Lo quitaron hace rato.