Maternidad en las esquinas

Pena me dan estas mujeres que utilizan a niños para manipular a los transeúntes en busca de dinero fácil. Y desde que el país está inundado de nuestros vecinos venezolanos, esta profesión ha ido en aumento.

Hay una mujer que se hace cerca de los gatos de Tejada, cerca del río Cali, en la parte donde se encuentra un área de yerbas y donde muchas veces he visto indigentes haciendo sus necesidades fisiológicas, ella está allí con un niño pequeño, sosteniendo un cartel en el que anuncia que es venezolana. Imagino que algunas personas le colaboran porque siempre que cruzo esa calle, ella está ahí, no cambia de lugar.

En distintas partes de la ciudad ve uno estas mujeres con un séquito de niños y muchas veces ostentando un vientre voluminoso, listo para traer al mundo otro muchachito.

Leí hace algunos meses, que estos niños que uno ve dormidos en las calles mientras las supuestas madres se acercan a los vehículos a solicitar ayuda, están sedados, les dan calmantes para que se queden tranquilos mientras pasan el día a sol y agua.

Pero, en realidad lo que tenía pensado en este tema, es que hay algunas mujeres que levantan su estandarte de madres solteras para conmover al público que recorre las calles, madres solteras con más de un hijo. En mi juventud, entendí que cuando una mujer sostenía una relación por fuera del matrimonio en su adolescencia, había sido por ingenuidad, había sido un error de inexperiencia, pero cuando alguien ahora me argumenta que necesita la ayuda pública porque es madre soltera llevando en cada mano un niño y otro en camino, no lo acepto, esto con la creencia de que estas criaturas son suyas y que el estado que presenta es real y no es una bolsa llena de trapos la que lleva para conmover.

Alguna vez comenté una situación cercana a mi hogar, un pariente que en su juventud sedujo a una jovencita costurera, una niña muy de su casa, como dirían los abuelos, la enamoró y por supuesto, en aquella época los anticonceptivos no eran bien conocidos y mucho menos bien manejados, y esta joven quedó embarazada. Desde el momento en que le dijo a su pareja, otro joven como ella, la situación, éste se alejó y nunca más la determinó, en el pueblo, la muchacha había sido “deshonrada” y ya había perdido la oportunidad de un nuevo novio con intenciones de matrimonio. Lo curioso es que al cabo de los años conocí al fruto de esa pareja, un hombre idéntico físicamente a su padre, dedicado a la sastrería, con un gesto humilde y afectuoso, imagino que heredado de su madre. Ella nunca se casó y vivió para educar a su hijo, esa sí es una madre soltera, y para mí merece todo el respeto del mundo. Y ese hombre fue el producto de la sociedad de la época.

En la actualidad, las parejas conviven fácilmente, y también fácilmente se separan y cambian de compañero(a), a veces tienen algún niño(a), pero estos son una excepción, son los estudiantes que lograron llegar a la universidad, con papá y mamá que los soportan. Por eso el resurgimiento de la mendicidad en las esquinas con niños(as) pequeños, y el argumento de ser madres solteras, nuevamente me llena de mal sabor.

Una mujer, por el hecho de ser madre no se convierte en discapacitada y salir a pregonar su estado no vuelve más responsable a la pareja que la ayudó a convertirse en madre, porque no es sólo la mujer la que debe responder por la criatura, hubo intervención masculina, fueron dos personas, así como ella debe cuidarse con anticonceptivos, el hombre también tiene forma de prevenir dejar embarazada a la mujer.

La mentalidad femenina tiene sus pros y sus contras, hace años, una mujer humilde, desesperada con el comportamiento de violencia de su pareja, logró que este fuera a prisión, sin embargo, rogaba ante el despacho del Juez, que le autorizaran las visitas conyugales. El tiempo demostró que nuevamente en esas visitas la mujer quedó embarazada, de nuevo, porque ya tenía varios vástagos. ¿A dónde nos lleva la falta de cultura entonces?