
Pastor Diego Arbeláez

“Guardar resentimiento es como tomar veneno y esperar que otra persona muera.”
“LA IRA MANEJA TODO MAL”
La ira es una de las emociones negativas más destructivas y además una de las más comunes. Se es loco cuando no se puede controlar el propio temperamento. ¡Cuántos en un ataque de ira han matado a otro para después lamentarse! ¡Cuántos han perdido buenas oportunidades laborales por el mismo motivo! La ira es un ladrón de momentos preciosos. Sé que no es fácil evitarla, especialmente hoy cuando reina el robo, la pereza, el oportunismo, cuando medio mundo quiere vivir a expensas del otro medio, cuando los decentes que protestan son intimidados, amenazados y hasta atacados.
La ira es una plaga internacional; no se limita a determinada nación o raza. Basta con prender el radio o el televisor para escuchar o ver los noticieros. Guerras en Medio Oriente, terrorismo y bombas en Europa, invasiones de tropas en África, asesinatos en nuestras ciudades y campos, etc., las guerras son iniciadas por personas airadas, antes de una guerra estallan siempre las palabras, todo esto debe preverse y vencerse.
La Biblia condena la ira y la sociedad la desaprueba porque es algo que asesina, que salta y ataca ocasionando a sus víctimas daño tanto físico como mental. Dios la aborrece porque ha causado mucha desgracia y confusión en el mundo. La Biblia dice: “Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo.” (Salmos 37:8)
Ninguno de nosotros pensaría que la ira es un pecado grave. Sin embargo, Jesús pronuncia un horrible juicio contra tal conducta: “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.” (Mateo 5:22)
Como ven, Jesús incluye a la gente que se aíra entre los criminales y dice que un terrible castigo les espera. Como la ira engendra el asesinato, en el cielo ella equivale a ser homicida. En verdad, mientras el odio permanezca en el alma no habrá ni una partícula del amor de Dios en ella.
El grado de ira que vamos a considerar hoy es el resentimiento, la ira reprimida debido a un agravio recibido o a un sentimiento latente de injusticia.
El caso típico de esa ira reprimida, silenciosa y disimulada en la Biblia es la ira de Absalón uno de los hijos del rey David, quien, al enterarse de que su medio hermano Amnón había violado a su hermana Tamar, no dijo nada, pero por dentro estaba lleno de ira. Absalón era como un lago tranquilo que alberga un caimán.
Cuando Absalón se enteró del terrible agravio que Amnón le hizo a su hermana, le dijo a ésta: “… ¡Así que tu hermano Amnón ha estado contigo! Pues bien, hermana mía, cálmate y no digas nada. Al fin de cuentas, es tu hermano.” (2 Samuel 13: 20)
Uno puede admirar esta actitud tan reposada, Absalón guarda silencio ante semejante agravio. Pero, ¡cuidado! Se dice que, en una discusión, el más peligroso es el que no interrumpe. La persona silenciosa es la menos peligrosa, pero recordemos que no hay nada más silencioso que un cañón cargado. Hmm… De las aguas mansas, líbrame Señor. A veces es mejor cuando el ofendido desfoga su ira.

Veamos el relato en la Biblia:
Cuando el rey David oyó todo esto, se enojó mucho.
Pero Absalón no dijo a Amnón ni malo ni bueno, aunque Absalón aborrecía a Amnón porque había forzado a su hermana Tamar.
Pasados dos años, Absalón, que tenía esquiladores en Baal-hazor, junto a Efraín, convidó a todos los hijos del rey.
Se presentó Absalón al rey, y le dijo: -Tu siervo tiene ahora esquiladores; ruego que vengan el rey y sus siervos con tu siervo.
El rey respondió a Absalón: -No, hijo mío, no vamos todos, para que no te seamos gravosos.
Aunque porfió con él, el rey no quiso ir, pero lo bendijo.
Entonces dijo Absalón: -Pues si no, te ruego que venga con nosotros Amnón, mi hermano.
– ¿Para qué ha de ir contigo? –le respondió el rey.
Pero como Absalón insistía, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey.
Absalón había dado orden a sus criados diciendo: “Os ruego que miréis cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino; y al decir yo: “Herid a Amnón”, entonces matadlo. No temáis, pues yo os lo he mandado. Esforzaos, pues, y sed valientes.” (2 Samuel 13:21-28).
¡Qué barbaridad! Absalón se pasó dos años callado incubando su ira.
Esto me da pie para darle un consejo: Si usted tiene un familiar disgustado, que hace dos años no le habla y de pronto lo invita a un banquete, no vaya.
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