Pastor Diego Arbeláez
“Típico del hipócrita: Cuando habla miente, cuando promete no cumple y cuando se le da confianza, traiciona.”
JESÚS ADVIERTE SOBRE LA HIPOCRESÍA
Al contemplar las multitudes que le seguían para oírle, el Señor Jesús advirtió a sus discípulos que se cuidaran de la hipocresía, es decir, del vicio de aparentar bondad cuando sus corazones se hallaban lejos de Dios:
Mientras tanto, se habían reunido millares de personas, tantas que se atropellaban unas a otras. Jesús comenzó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, o sea, de la hipocresía.” (Lucas 12:1)
Luego, Jesús dice que estos fariseos no podrían mantener sus pecados ocultos por siempre. Su egoísmo crecería como levadura y muy pronto quedarían expuestos a lo que en verdad eran: líderes religiosos sin devoción, impostores hambrientos de poder:
“No hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse.
Así que todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad se dará a conocer a plena luz, y lo que han susurrado a puerta cerrada se proclamará desde las azoteas.” (Lucas 12:2-3)
Ya en Mateo 23, Jesús les advierte sobre estos buenos predicadores que a la vez eran pésimos creyentes. Al mostrar los malos ejemplos de ellos, Jesús nos ofrece cinco formas de identificarlos:
Primero, nos habla de la inconsecuencia de ellos pues, predicaban pero no aplicaban:
“Los fariseos y los maestros de la Ley son los que más conocen la ley de Moisés. Ustedes deben hacer todo lo que ellos digan; pero no hagan lo que ellos hacen, porque enseñan una cosa y hacen otra”. (Mateo 23: 2-3).
¿Puede usted creer que estos predicadores hablaban tan bien que por su mensaje uno podía salvarse, pero si uno imitaba su conducta se condenaba? Como dice el viejo refrán: “Haz como dice el fraile, pero no como él hace.”
La segunda característica de los hipócritas que menciona Jesús, es la severidad. Generalmente estos líderes hacían un despliegue de autoridad, eran bruscos, les gustaba ostentar su autoridad y ejercían señorío sobre el pueblo: “Imponen mandamientos muy difíciles de cumplir, pero no hacen ni el más mínimo esfuerzo por cumplirlos.” (Mateo 23: 4)
En tercer lugar, Jesús dice que a estos predicadores les encanta: la ostentación religiosa. No se preocupaban por ser santos, sino por verse santos a fin de recibir la admiración y la alabanza de la gente. Los motivos de su religiosidad fingida era el orgullo:
“…hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Porque ensanchan sus filacterias, y alargan los flecos de sus mantos.” (Mateo 23:5)
Las filacterias eran cuatro tiras de cuero en las que estaban escritos versículos del libro de Éxodo y Deuteronomio. Ellos metían estas tiras en unas cajitas de cuero y las sujetaban a una tira también de cuero que se ponían en el brazo izquierdo, junto al corazón, y, alrededor de la frente, tratando de cumplir literalmente la Escritura que dice: “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón.” “…y estarán como frontales entre tus ojos.” (Deuteronomio 6:6, 8).
El otro aspecto de su ostentación que mencionó Jesús es que, estos religiosos “extendían los flecos de sus mantos.”
Dios había ordenado a los Israelitas que se hicieran franjas en los bordes de sus vestidos, rematadas en un cordón azul, que les sirvieran de flecos recordatorios de los mandamientos del Señor y les recordaba, además, que eran el pueblo escogido de Dios. Sólo eso les había ordenado. Pero los fariseos no se contentaban con llevar los flecos de un largo común, sino que los alargaban para que se viesen mejor y así parecer más consagrados que los demás. Jesús reprocha ese orgullo religioso que pretende demostrar santidad superior.
¿No nos habla esto de los religiosos modernos que se esfuerzan por aparecer más humildes y más santos que los demás haciendo gala de sus largas oraciones, y mencionando sus continuos ayunos y su apariencia humilde, rayando el descuido físico? Ellos viven muy orgullosos de su humildad sin darse cuenta que la simulación de la humildad es soberbia. Sí, la humildad de los hipócritas es el más grande y el más altanero de los orgullos.
La cuarta característica que Jesús reveló de los líderes hipócritas es la ambición de puestos de honor. El único objetivo de éstos líderes era ser alabados por los hombres y, por ello, todo su esfuerzo iba dirigido a ser vistos por ellos. Esto era signo de orgullo, autosuficiencia y superioridad.
Ellos amaban que les llamaran Rabí. Rabí es una palabra hebrea que equivale a “maestro” o “doctor” y etimológicamente indica superioridad. Entre nosotros sería algo así como, “su excelencia”, “su alteza”, “eminencia” o, “reverendo.”
No es tanto el título lo que Jesús reprueba sino ese espíritu de orgullo y ostentación de autosuficiencia, así como el codiciar obtener distinciones especiales entre el pueblo.
Y, finalmente, Jesús les acusa de insaciable amor al dinero, su avaricia los llevaba a explotar sin piedad a las viudas: “Porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis largas oraciones. Por eso llevaréis mayor condenación.” (Mateo 23:14)
Es fácil enojarse ante la evidente hipocresía de los fariseos, pero cada uno debemos resistir la tentación de simular respetabilidad cuando, la verdad es que, nuestros corazones están lejos de Dios.
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