LECTURAS:
Ez.am-14; Ps.129; Rom.8,8-11; Jn.11,1-45
La sagrada liturgia de este domingo corresponde al quinto domingo de cuaresma, con unas bellas lecturas bíblicas que deben ayudarnos a seguir profundizando en nuestra Fe cristiana. Y así podemos decir que la liturgia de hoy tiene un hermoso contenido teológico sobre el tema de la resurrección, como este texto del profeta Ezequiel: “pondré mi espíritu en ustedes para que vuelvan a vivir». Y en la carta de san Pablo a los Romanos nos dice que: “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo es que todavía no es cristiano, pero gracias al perdón recibido tenemos la vida del Espíritu, el mismo que resucitó a Cristo, y que dará la vida incluso al cuerpo mortal por su Espíritu que habita en ustedes». Que texto tan bello y consolador para los cristianos, pues nos garantiza que la fe en Cristo nos llevará a la vida que no tiene final: pues el mismo Jesús lo dice en su evangelio: “quien cree en Mí, tendrá la vida eterna». Y digamos que el pasaje del evangelio que nos trae en este domingo la resurrección de Lázaro, que, aunque se trata de un regreso a ésta vida mortal, no obstante, tiene su trasfondo teológico porque lo dice el mismo Jesús en su diálogo con Marta la hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida. Y el que cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá, porque todo el que cree en Mí, no morirá para siempre”.
¿Y más precioso todavía, Jesús dice a Marta, “crees esto?”, y ella responde: «Si, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que debía venir”. Y luego de esto se consuma el milagro de la resurrección de Lázaro. Y ahora digamos hermanos en la fe de Cristo, ¿qué enseñanza debe dejarnos este hermoso pasaje? Pues pienso que primeramente la Iglesia ha puesto en su liturgia de este domingo ya tan próximo al inicio de la semana mayor, este pasaje de la resurrección de Lázaro, para que como Cristianos nos vayamos centrando en el dogma central de la resurrección de Cristo, que viene a ser el núcleo central y final de todo el repaso del misterio de la pasión y muerte de Cristo, pues como nos lo recuerda el mismo san Pablo: “si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe, porque aún estaríamos en nuestros pecados -porque aún no habríamos sido perdonados por Dios-Padre». Y también del mismo Pablo: «muramos con Cristo, -a nuestros pecados- para que resucitemos con El». Que así sea. ¡Amén!
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