
Rvdo. Silvio Gil Restrepo

LECTURAS: Is.49,3-6; Ps.39;1 Cor.1,1-3; Jn.1,29-34
La sagrada liturgia de este domingo es por decirlo así, continuación de la temática del domingo anterior, pues se nos presenta de nuevo la figura de san Juan Bautista como el precursor de Jesucristo, que viéndole dirigiéndose hacia él, pregona providencialmente inspirado que: «Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Y así pues Juan Bautista cumple su misión de dar a conocer que Jesucristo es el mesías esperado para la liberación de todas las naciones, porque «El salva al pueblo de sus pecados». Porque como también nos lo dice hoy el profeta Isaías: «El es la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra». Y también san Pablo nos lo pregona en su carta a los Corintios: «Pablo, llamado a ser apóstol por voluntad de Dios, saluda a los que han sido santificados en Cristo Jesús, y convocados en la Iglesia en comunión con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor suyo y nuestro.
Y que Dios en Cristo les conceda su amor y su paz». Más bello no puede ser este pasaje de san Pablo, que la Iglesia encuentra hoy en consonancia con la palabra de Juan Bautista en su presentación del Mesías, pues dice: «Yo presencié cómo el Espíritu descendía del cielo como paloma y permanecía sobre El. Y el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre El, es el que ha de bautizar con el Espíritu santo. Yo lo vi, y declaro como testigo que Él es el Hijo de Dios». Así pues, hermanos en la fe de Cristo, pensemos que también nosotros hemos sido convocados, como el Bautista, para que pregonemos y demos a conocer como discípulos y misioneros, que Jesucristo es el enviado del Dios-Padre para lavar los pecados del mundo, y que con su cruz y su resurrección nos redimió de nuestra miseria ante Dios, abriéndonos así las puertas del Paraíso eterno. Que así sea. ¡Amén!
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