
Rvdo. Silvio Gil Restrepo
LECTURAS: Ex.32,7-14; Ps.50(51); 1 Tim.1,12-17; Lc.15,1-32
«Evangelio del hijo pródigo».
La sagrada liturgia de este domingo nos trae bellas lecturas que deben ayudarnos a seguir profundizando en la grandeza de nuestra fe cristiana. Y así por ejemplo en su carta de hoy nos dice bellamente san Pablo que «Jesucristo el Señor tuvo compasión de mí, y en un derroche de generosidad me dio la fe y el amor que me hicieron cristiano…pues Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, empezando por mí, que soy el primero».

Qué precioso testimonio de san Pablo, con el que todos podemos sentirnos identificados, pues del mismo modo Él ha tenido compasión con todos nosotros, pues todos somos pecadores, y El viene en pos de nuestra salvación. Por ello la Iglesia nos presenta este domingo el hermoso texto llamado del hijo pródigo, por el que sabemos que aquel hijo menor pidió la herencia a su padre, y se fue lejos de casa y después de un tiempo durante el cual derrochó su herencia, y de pasar por muchas necesidades, decide regresar a casa y pedir perdón a su padre, eso sí con estas bellas palabras que hablan muy bien de su arrepentimiento: “padre, he pecado contra el cielo y contra tí. Ya no merezco ser hijo tuyo. Pero estando aún lejos su padre lo divisó y se conmovió; corrió y lo recibió con besos y abrazos, y ordenó a sus sirvientes hacer una fiesta». Pues sí hermanos en la fe de Cristo. Este es el Dios de misericordia que Jesucristo nos muestra en ésta parábola tan hermosa. Pues ante Dios-padre, nadie se las de, de justo, pues todos somos sus hijos pecadores. Pero como a aquel hijo pródigo de la parábola, siempre está dispuesto a recibirnos de nuevo, a perdonarnos, e incluso a hacer una fiesta en el cielo por nuestro regreso a la casa del Padre. Roguemos pues al Jesús de la misericordia que siempre tenga piedad de nosotros que muchas veces no somos más que ovejas descarriadas, y que por su infinito amor nos vuelva al redil, y podamos orar diciendo: hemos pecado contra tí, admítenos de nuevo en tu reino eterno. ¡Amén!
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